Nueva pataleta DC

Nueva pataleta DC

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La inconformidad del ministro del Interior al no ser previamente informado por la Presidenta Bachelet de su visita a La Araucanía provocó la pataleta PDC más grande en lo que va de este gobierno. Pero como las pataletas anteriores del PDC no han pasado a mayores, resulta seguro anticipar que esta no será la última vez que La Moneda ofende al partido ni la última vez que el PDC advierte que no volverá a tolerar estas faltas de respeto.

Al ser el partido más votado de la NM, y el que tiene más legisladores, el PDC siente que su influencia al interior del gobierno debiese ser mayor. Después de todo, la Nueva Mayoría es una coalición de centro-izquierda solo por la presencia del PDC. Sin el PDC, la Nueva Mayoría sería la reencarnación moderna de la Unidad Popular. Es cierto que el mundo cambió, que la amenaza comunista ya no asusta a los sectores moderados y que hay un creciente consenso mundial a favor de la democracia y de las economías de mercado debidamente reguladas. Pero a juicio de los discursos incendiarios anti capitalistas de connotadas figuras de la izquierda, da la impresión que algunos todavía no se dan cuenta de que el mundo cambió. Como el modelo capitalista se basa en los incentivos para lucrar que alimentan la competencia,  el discurso anti-lucro genera comprensibles dudas sobre qué tan convencidos están algunos líderes de izquierda de las bondades del modelo social de mercado. Precisamente por eso, la permanencia del PDC en la Nueva Mayoría parece ser esencial para evitar que los vientos revolucionarios empujen a esa coalición a tomar posturas extremas que eventualmente la arrinconarían en una minoría electoral pero que, en los dos años de gobierno que quedan, pudiera poner en peligro la continuidad del modelo.

Como la Presidenta Bachelet no ha ocultado sus intenciones de correr un poco más los límites, promoviendo más ideas de izquierda que de centro, el PDC ha sentido que su importancia y peso no han sido respetados. Desde los debates sobre la reforma educacional hasta el proceso constituyente, el PDC ha ejercido como el freno a los ímpetus refundadores. El viaje de Bachelet a La Araucanía fue la más reciente iteración de este patrón de comportamiento del gobierno que ignora al PDC tanto en el fondo como en la forma de las políticas y decisiones que toma el gobierno.

Parecería lógico que, ante tantos atropellos, el PDC considerara seriamente dejar la coalición. Después de todo, nadie debería seguir participando de una fiesta en la que no lo hacen sentir como un invitado. La NM se convertiría en una Nueva Minoría, pero de izquierda. Con la incapacidad que ha mostrado la coalición de derecha para bloquear las iniciativas de reforma del gobierno, la salida del PDC del Ejecutivo le daría mayoría de escaños a la oposición, pero el gobierno todavía podría negociar con los sectores liberales de derecha sus reformas valóricas y con los sectores centristas sus reformas sociales.  No sería fácil, pero como el PDC ya constituye un freno a las reformas que privilegia el gobierno, la salida del PDC solo transparentaría la oposición de facto que ha hecho el PDC a las reformas fundacionales que ha intentado promover el gobierno de Bachelet.

Pero aquí es donde entra a jugar la brutal lógica de costo y beneficio de la política. Si dejara el gobierno, el PDC inmediatamente perdería el acceso a los recursos estatales. Miles de militantes DC deberían renunciar a sus trabajos bien remunerados en el gobierno. Igual que cuando el PS consideró abandonar la Concertación en 1998 después de que el gobierno de Frei optó por buscar la liberación de Pinochet en Londres, las consideraciones políticas de corto plazo se impusieron ante aquellos que incendiar la pradera.  Las expectativas de que la izquierda podía llegar a la presidencia en 1999 con la candidatura de Ricardo Lagos hicieron que la izquierda se tragara el sapo de defender a Pinochet en Londres. Es más, la defensa la dirigió un militante PS, José Miguel Insulza, que entonces ejercía como ministro de Relaciones Exteriores.

Hoy, el PDC enfrenta una disyuntiva similar. Dejar el gobierno implica renunciar a los cargos bien remunerados en el Ejecutivo. Seguir en el gobierno se puede justificar con el argumento de la responsabilidad política. Pero, a diferencia de la izquierda en 1999, el PDC no tiene ahora un candidato presidencial popular en quien cifrar sus esperanzas para la próxima contienda presidencial. Si sigue en la NM, el PDC podrá ser el partido más grande, pero el candidato de la coalición no provendrá de sus filas. Si se va a la oposición, ya no será el partido más importante de ese conglomerado (la UDI lo supera en legisladores) y tampoco tendrá al candidato presidencial de la coalición. Por eso, aunque le duelan en el alma los desaires que le hacen Bachelet y sus socios de coalición, el PDC podrá seguir reaccionando con sus pataletas, pero no se va a ir a ninguna parte.

 

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