«Crear un partido ahora es más fácil, en algunos casos, que crear una junta de vecinos». Así describe un alto dirigente político el escenario que se abrió con el ya promulgado cambio del sistema electoral, reforma que incluyó modificaciones en los requisitos para la constitución de partidos políticos.
En concreto, el que se haya bajado el número necesario de afiliados a una colectividad cambió para muchos el escenario. Antes era necesario contar con, al menos, el 0,5% del electorado que había votado en las últimas elecciones de diputados en la región donde se estuviera constituyendo. Ahora la cifra bajó a la mitad, 0,25%.
Además, para ser un partido legalmente constituido solo basta cumplir el trámite en una sola región, y no en ocho alternadas, o en tres continuas, como antes.
Estos cambios -más el esperado efecto del sistema proporcional que permite una mayor presentación de candidatos por listas y reduce el porcentaje de votos necesarios para elegir congresistas- «abrieron el apetito» por crear nuevas colectividades. De hecho, muchos dirigentes reconocen abiertamente haber esperado a que se promulgara la nueva ley, el 5 de mayo pasado, para realizar los trámites respectivos en el Servicio Electoral.
RIESGOS
Según el presidente del consejo directivo del Servel, Patricio Santamaría, estos cambios permiten una mayor representación de las distintas miradas de la sociedad y abren nuevas opciones, pero también tienen algunos riesgos. «Los problemas surgen cuando se produce un multipartidismo producto de caudillismos, o cuando se junta un grupo de gente con intereses muy específicos y solo con la meta de llegar al poder, en vez de tener una mirada sobre el individuo y el país de manera global».
Un ejemplo de aquello es Colombia. Comenta Santamaría que en el año 97 se presentaron allí 269 listas para el concejo de Bogotá. Tras una serie de modificaciones -como limitar las listas y el número de candidatos-, en 2003 el número bajó a 40.
«Si no se fomentan los partidos doctrinarios con una mirada de proyecto país, se cae en la partidización de la sociedad civil», apunta el presidente del consejo directivo del Servel.
LAS VENTAJAS DE SER PARTIDO
Muchos de los nuevos actores argumentan que la baja aprobación ciudadana a las colectividades existentes, la abstención en las últimas elecciones y el rechazo, en general, a la clase política los motivan para plantearse como una alternativa diferente. Y dicen estar dispuestos «a correr todos los costos implicados».
Pero también hay beneficios. Por ejemplo, el Gobierno enviará en los próximos días el proyecto de ley sobre financiamiento de los partidos. Si bien aún no se conoce el texto definitivo, se espera que el Estado corra con los gastos de funcionamiento de las colectividades y subsidie aspectos como la formación de cuadros. Claro que para acceder a estos recursos los partidos antiguos tendrán que cumplir requisitos; entre ellos, reinscribir a todos sus militantes en un plazo de 210 días.
Junto con lo económico, el ser un partido político puede significar cuotas de poder y contar con franjas gratuitas de propaganda televisiva en las campañas. Tal como ocurrió en las elecciones pasadas, cuando Roxana Miranda, de Igualdad, o Marcel Claude, del Partido Humanista, dispusieron de los mismos tiempos de propaganda que Michelle Bachelet o Evelyn Matthei.
«El Mercurio» realizó un catastro de las colectividades que están en distintos procesos de formación. Desde quienes recién tienen la idea de legalizarse y los que buscan reinscribirse, hasta los que solo se hallan a unos cuantos trámites de estar 100% constituidos para, así, enfrentar su primer desafío, las municipales de 2016.