El Olimpo era el hogar de los dioses griegos, en el cual estos seres, con poderes diversos y magníficos, convivían, intrigaban e intervenían de manera misteriosa y caprichosa en la vida de los seres humanos. En el Olimpo no existían las preocupaciones que aquejan a los mortales, no había dolores ni carencias, ni tampoco responsabilidades. Por eso, solemos dar el calificativo de “olímpicos” a quienes van por la vida sin preocuparse, ni menos responder, por las consecuencias de sus actos u omisiones.
Hace poco más de un mes que se hizo pública la denuncia por violación que afecta al exsubsecretario del Interior. En este lapso hemos conocido de todo, partiendo por el comportamiento inexplicado -seguramente, porque es inexplicable- de las autoridades de La Moneda, incluida la del propio jefe de Estado.
La guinda de la torta es que ahora hemos sabido que el sucesor del señor Monsalve se encontró con la sorpresa de que la caja de seguridad que contiene, en efectivo, el dinero para gastos reservados de la Subsecretaría, estaba prácticamente vacía. Así, como que no quiere la cosa, en La Moneda se perdieron cuarenta y nueve millones de pesos. A lo menos, el actual titular no tiene registro de qué pasó con ellos. Tanto pisco sour pagado en efectivo induce a tener malos pensamientos, hay que reconocerlo; pero, como debe decir todo columnista prudente, la justicia tendrá que determinarlo.
Una sola cosa no se ha sabido en estas semanas: que alguna autoridad se haya hecho responsable de la escandalosa administración que había -y que ahora se ha develado- en una de las dependencias más importantes del gobierno, así como del conjunto de desatinos -algunos eventualmente delictuales- cometidos en el manejo de la crisis, una vez que ella estalló. Si no fuera por la época del año en que nos encontramos, podríamos decir con mucha propiedad que los habitantes de la casa de gobierno llevan más de un mes “como si vieran llover”. Asesores, jefes de gabinete, funcionarios, han salido varios. Era que no. Pero, ¿algún ministro? Ninguno. Ni para ser candidato.
Al revés de lo que sucedía en los gobiernos de la vieja escuela, esos en que según los jóvenes impolutos del Frente Amplio había “cocinas” y “entreguismo”, ahora los habitantes de Palacio miran al segundo piso. Una dice que todo lo decidió “él” con sus asesores. Otras se excusan, porque a ellas nadie les contó nada. “A mí no me miren; yo estaba en el Congreso”, parece afirmar uno que suele mirar al techo en estas circunstancias. ¿Comité político? ¿Qué es eso? Parece que algo que existía en el siglo pasado.
¿Y el Presidente? No debería descartarse, pero es más complicado. No es cosa de llegar y hacer efectiva la responsabilidad del jefe de Estado, tiene que ser por una crisis que afecte la estabilidad del país y sus instituciones. Por la marcha ordinaria de la nación deberían responder los ministros, pero parece que la oposición prefiere exculparlos, y ellos, en realidad, lo único que nos han dejado claro en estas semanas es que son olímpicos.
Por Gonzalo Cordero,