Muchas iniciativas de personeros de gobierno, parlamentarios y líderes mapuches han intentado solucionar el conflicto en La Araucanía y, como ha demostrado este gravísimo acto terrorista, todas han sido infructuosas. Las consecuencias están a la vista: terror en el país. ¿O algún lector de esta columna compraría un predio en la zona del conflicto? ¿Llegará el momento en que un atentado terrorista en Santiago abra los ojos de los involucrados en esta confrontación?
Es cierto que la justicia tiene mucho que decir y veremos si aplica estándares proporcionales al daño causado en sus sentencias, que no serán suficientes si es que no se comienza un proceso serio de negociación, en que la construcción de confianza sea el pilar de la generación de valor. Para desarrollarlo es necesaria una voluntad política real y entender cómo la comunicación puede facilitarla o echarla por tierra. No se trata de negociar con los terroristas –sabemos que son una ínfima cantidad de mapuches-. Se trata de lograr una solución entre las partes realmente interesadas en superar este conflicto endémico, lo que restará todo atisbo de legitimidad a los violentistas.
Para que la comunicación se produzca debe superar tres improbabilidades: la improbabilidad de que el otro entienda; la improbabilidad de llegar más allá de los presentes y la improbabilidad de que el otro acepte. Veamos la primera. Para que el otro nos comprenda, además de expresarnos con claridad es necesario que nos crean. La sinceridad es una sensación o representación en sí incomunicable, que no se expresa por medio del lenguaje sino que se tiene que demostrar en la práctica. Por esto la sospecha es tan común; se cimienta en que nadie tiene acceso al contenido de la mente de otra persona, cuestión que ha sido conceptualizada de diversas formas. El conductismo habla de caja negra: no se puede ver el interior de nuestro interlocutor –“es una caja negra”–, sino sólo su conducta observable. Y esta conducta es la percibida por las partes en el conflicto mapuche como atentatoria contra sus derechos más elementales.
La confianza requiere tiempo para cimentarse: es una apuesta al futuro que se basa en el pasado. Los chilenos nos caracterizamos por nuestra desconfianza, y ésta es especialmente evidente al negociar sobre el conflicto en La Araucanía. Los últimos informes del Centro de Políticas Públicas UC señalan que cerca del 82% de las personas tiene poca o ninguna confianza en la información que le entregan las otras personas en las conversaciones; por esto podemos entender que hay mucho por avanzar en este conflicto. ¿Qué pueden hacer las partes para generar confianza?: ser transparentes; no ocultar información; ser coherentes entre el actuar y el decir; no desacreditar al otro; abocarse a los temas en los cuales todos están involucrados; poner en la mesa los asuntos que generan sospechas y proponer criterios de legitimidad –independientes de la voluntad de la partes- para solucionar las discrepancias, todas acciones que pueden ser el inicio del camino para la pacificación de La Araucanía. (DF)
Cristián Saieh