A partir de las revelaciones de los denominados Pandora Papers comenzó a gatillarse un proceso destituyente que tiene al Presidente Piñera en su peor momento desde el estallido social. El escenario, mucho más impredecible de lo que la élite política se anima a admitir, podría terminar en un gobierno de transición. La decisión se mueve en los vericuetos del poder, es decir, por un camino quebrado y difícil de transitar. ¿Podría la derecha entregar la cabeza del Presidente?.
Se dice que Pandora es la primera mujer y habría sido creada por Zeus otorgándole todos los dones (de ahí su nombre), con el propósito de seducir, explotar y castigar las debilidades de los hombres. Las del Presidente, al menos en materia de negocios, son harto conocidas. Pandora, quien recibió la sensualidad de manos de Afrodita, también heredó de Hermes una mente cínica y un carácter voluble, impredecible. Lo mismo aplica para los famosos papers que conmocionan al mundo y que han tenido especial impacto en nuestro país.
Antes de aventurar una respuesta a la cuestión inicial conviene situar el problema que pesa sobre el Presidente Piñera. Los denominados Pandora Papers revelaron el contrato de venta de la participación que tenía el Family Office del mandatario en minera Dominga, con una cláusula que condiciona el pago de la última cuota a que el sector de emplazamiento del puerto del proyecto minero no fuese declarado reserva protegida. Como todo esto ocurrió durante el primer gobierno de Sebastián, y este dato no era conocido, la fiscalía ha abierto una causa por cohecho. Como es lógico Piñera niega haber sabido los términos de la transacción apelando a un fideicomiso ciego voluntario que hizo en esa época; mismo período en que aparece dando entrevistas en el despacho presidencial con pantallas que seguían los movimientos bursátiles sobre su escritorio, un servicio de la corredora Bloomberg.
Dicho lo anterior, es claro que las dos intervenciones del Presidente en La Moneda referidas a este tema son escritas y explicadas por él, puesto que se trata de un problema personal que no tiene nada que ver con la política, independientemente que sea un issue político de la mayor relevancia. Este carácter personal del problema deja un amplio margen de desafección de las instancias judiciales y parlamentarias y, posiblemente, de su propio sector político ya que es imposible una defensa por cuestiones que solo él o los demás participantes del negocio pueden conocer. Es muy distinto que el Presidente se vea amenazado por grupos “insurgentes” en la calle, como ocurrió con el estallido social, a un “arrinconamiento” proveniente de un negocio incompatible.
Desde el punto de vista institucional es claro que el caso cae como anillo al dedo a una fiscalía que ha estado muy en tela de juicio desde hace un buen tiempo, en especial el propio Fiscal Nacional, Jorge Abbot, y no solo porque la investigación mantendrá la expectación periodística, sino porque en su desarrollo tendrán que desfilar ante el fiscal la mayor parte de la familia presidencial. Esta indeseada exposición mediática en tiempos electorales y su efecto en las distintas candidaturas presidenciales es un elemento más del escenario que se está conformando.
Un segundo aspecto, es lo que ocurra en sede parlamentaria. Según el diputado y Presidente de la UDI Javier Macaya la suerte estaría echada en la Cámara de Diputados, por lo que el peso de la decisión recaería en el Senado. La discusión parlamentaria se referiría a que el Presidente habría afectado gravemente el honor de la nación, algo que puede sonar muy subjetivo pero hace sentido por la repercusión internacional del caso y eventuales nuevas revelaciones de Pandora. La causal del Congreso, por lo demás, no choca con la investigación judicial y podría resolverse en plazos bastante más acotados considerando que el Senado tendría un máximo de dos semanas para definir el destino del mandatario después de la decisión de la Cámara Baja.
Lo que pase en el Senado es incierto. Pese a que la oposición suma en esa instancia solo 24 votos de los 29 que requiere la salida del Presidente, una votación en diputados con abstenciones o a favor desde la propia derecha puede condicionar lo que viene después. Asimismo, el Senado tendrá que considerar que exonerar a Piñera puede consolidar la idea de un Congreso unicameral en la nueva Constitución, en cuyo caso el Presidente terminaría arrastrando a la Cámara Alta en una debacle originada por un negocio privado. La salida puede estar en un acuerdo por la sucesión dejando que la derecha pueda terminar el período de gobierno. Hay que recordar que en esto la derecha podría tener menos vacilaciones considerando que el apego a Pinochet se agotó con la revelación de sus cuentas secretas en Estados Unidos, criterio que se podría extrapolar al caso Piñera.
En fin, Pandora ha hecho de las suyas como corresponde a su naturaleza. Claro que no todo en ella fue pensado para destruir, ya que dentro de su descendencia está Helión que dio origen nada menos que a los helenos que, no por nada, inventaron la democracia y perfilaron el mundo occidental hasta la actualidad. De alguna manera todos somos tributarios de Pandora en varias dimensiones y en especial respecto a vernos compelidos, cada tanto, a asumir las acciones propias, a rendir cuentas. A contrario sensu, la tragedia griega que se esboza con los Pandora papers en el término del ciclo político chileno va acompañada de un ínfimo coro de fondo, muy débil y lejano: “yo no sabía, ni estaba enterado”…”yo no sabía, ni estaba enterado”. Parece una voz única, a lo más acompañada de la resonancia de un eco apenas audible, pero eso es suficiente para que Zeus mire y sonría desde el Olimpo. (Red NP)
Luis Marcó