Para restaurar la confianza-David Gallagher

Para restaurar la confianza-David Gallagher

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El ministro de Hacienda ha dicho, con razón, que hay que moderar el gasto fiscal, y por tanto asignarle prioridades al programa del Gobierno. Este golpe de seriedad inspira mucha confianza. Pero también arriesga desembocar en un aumento del desempleo si no es compensado por un repunte de la inversión. El desafío ahora es, entonces, identificar medidas adicionales que consoliden la confianza de los inversionistas, para que ese repunte se dé.

¿Por qué ha estado la inversión tan deprimida?

Hay un aspecto que está fuera de nuestro control: las empresas mineras han postergado sus grandes proyectos nuevos en todo el mundo. Sus costos de inversión se habían disparado, el precio de los metales estaba bajando, y sus accionistas estaban inquietos, por lo que las empresas se vieron obligadas a devolverles dinero en forma de dividendos o de recompra de acciones, en vez de destinarlo a inversiones. En esto es poco lo que podemos hacer en Chile, fuera de esperar con paciencia un nuevo ciclo minero, y de trabajar para que sigamos siendo competitivos en el sector cuando ocurra, aun cuando hayan bajado sustancialmente las leyes de nuestro mineral de cobre. Eso significa reducir el costo de energía, en lo que el Gobierno sí está trabajando, y aumentar la seguridad jurídica en la autorización de proyectos. Allí estamos muy mal, lo que repercute también en muchos otros sectores de inversión.

Si no fuera por lo que ha pasado con el cobre, sonaría raro que las autoridades culparan tanto a la «situación internacional» para explicar nuestra desaceleración. Porque en otros aspectos no es nada de mala. Según el FMI, el mundo creció al mismo 3,4% en 2012, 2013 y 2014, y en 2015 y 2016 se estima que crecerá al 3,5 y 3,8%. Por otro lado se ha desplomado el petróleo, lo que nos favorece. Es cierto que hay crisis en otros países emergentes, sobre todo Brasil, pero eso no se debe solo a la situación del mundo. Hay una pérdida de confianza en la capacidad de estos países de generar buenas políticas públicas. La crisis de Brasil y, desgraciadamente, la de Chile se deben en parte a políticas equivocadas que son vistas en el exterior con alarma. Por eso lo que necesitamos en Chile más que nada es un gran esfuerzo de desenredar medidas desafortunadas.

La Presidenta ha anunciado un nuevo ciclo de «realismo sin renuncia». Tenemos que esperar el cónclave para saber qué significa eso exactamente, pero en principio parece estarse dando una gran oportunidad para restablecer algo de la confianza perdida. Desde ya los ministros de Interior y de Hacienda han estado dando señales alentadoras. El Gobierno siempre tuvo algunas metas buenas: por ejemplo, que hubiera más igualdad y mejor educación, y más recaudación tributaria. Por tanto si lo que se pretende es «no renunciar» a esas metas, estamos bien. Donde necesitamos realismo -o profesionalismo, que desde el 11 de mayo sí existe- es en los medios ideados para lograrlas. Por eso no hay golpe de confianza más eficaz que una profunda reingeniería de esos medios.

Tal vez sea muy tarde reorientar la reforma educacional, concebida a toda vista no para que haya más igualdad o calidad, sino para atender demandas de grupos corporativos como la Confech. Pero no es tarde para modificar la reforma laboral, para que favorezca más al empleo y menos a los intereses corporativos de la CUT; o para simplificar una reforma tributaria cuyos enredos han sido devastadores para la confianza. Finalmente cabe que se aclare lo que busca el Gobierno en una nueva Constitución, ya que hay quienes en la Nueva Mayoría que quisieran ponerle salvedades a la propiedad privada, justo cuando, innecesariamente, se deroga el DL 600.

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