Tuve la oportunidad de conocer a don Patricio Aylwin en su calidad de interlocutor de los partidos de la Concertación, con motivo de las conversaciones para los efectos de llevar a cabo una reforma constitucional previo al término del Gobierno de las FF.AA. y de Orden. Luego de diversos intentos, a comienzos de 1989, don Patricio Aylwin llegó a La Moneda para sostener una reunión cuando ocupaba yo el cargo de ministro del Interior. En esa primera conversación fue posible observar el ánimo del señor Aylwin de conciliar posiciones para que el proceso de transición, que se había iniciado al momento de la derrota del plebiscito del 5 de octubre, se llevara adelante en un ambiente de paz social. Manifestó allí una posición contraria a los ánimos rupturistas que caracterizaban a otras entidades políticas.
A lo largo de cuatro meses se generó un ambiente de auténtica negociación en el cual prevalecieron siempre los intereses del país. El capítulo de las conversaciones se selló en forma favorable y ello permitió acceder a modificaciones constitucionales consensuadas que fueron finalmente aprobadas en forma democrática a través del plebiscito de julio de 1989, lo cual otorgó plena legitimidad a la institucionalidad del país.
Fue esta actitud de consenso lo que facilitó un proceso de transición ordenado y respetuoso del régimen institucional establecido, cuya característica de amistad cívica ha sido plenamente reconocido tanto en el país como en el extranjero. En todo este proceso tuve la oportunidad de conocer la personalidad del ex Presidente y apreciar sus condiciones de estadista que privilegiaba el bien del país respetando sus propios principios y valores ciudadanos.
En el ejercicio de la Presidencia de la República fue posible observar su convicción que la obra que había realizado el Gobierno Militar era necesario perfeccionarla, pero no destruirla ni modificarla en forma sustancial. Hizo cambios que abrieron nuevos espacios al ejercicio de las entidades políticas y bajo su conducción fue posible restablecer una armonía social que derivó en estabilidad política y progreso económico.
Como todo estadista, cuya labor política se evalúa en términos de criterios tanto objetivos como subjetivos, en la tarea presidencial de don Patricio Aylwin pueden encontrarse aspectos que han dificultado un encuentro pleno de la sociedad chilena. En la Comisión Verdad y Reconciliación, el surgimiento de la figura de los “detenidos desaparecidos” ha generado dificultades para el término definitivo de procesos judiciales que afectan principalmente a miembros de las FF.AA. y de Orden. Por otra parte, el tratamiento de la llamada cuestión indígena, por la vía de entrega de propiedad, no ha logrado el término del conflicto que, incluso, se ha agravado en este último tiempo.
Don Patricio Aylwin Azócar pasa a la historia de Chile como un hombre público que encaró su vida política en un ánimo de Bien Común y en una actitud de búsqueda de consensos que prevaleció durante largo tiempo, lo cual hizo posible consolidar un régimen de democracia política y progreso económico. Hay entonces un reconocimiento ciudadano a un testimonio de vida, con plena integridad moral, que proyecta su figura en el devenir del país. (La Tercera)
Carlos Cáceres