Se comentaba en el oficialismo que esta semana aparecerían nuevos casos, se advirtió varias veces en los últimos días que era necesario adelantarse y sincerar las boletas emitidas entre el 2012 y el 2013 para evitar confusiones, pero en La Moneda solo escucharon y este lunes explotó una nueva bomba política con nuevas facturas que involucran a distintos inquilinos de Palacio.
El problema es que en este escenario, el que sale más perjudicado es el ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, quien queda en tela de juicio para liderar el proceso de la agenda de probidad que la Presidenta Michelle Bachelet quiere impulsar para salir de la crisis política y de credibilidad que han gatillado los casos Penta, Caval y SQM.
Según informó ayer The Clinic, dos de las figuras del Gobierno más cercanas del ministro del Interior, el jefe de asesores de dicha cartera, Robinson Pérez, y su encargado de las actividades públicas, Héctor Cucumides –quien además es parte de su círculo de hierro político de la G90 del PPD–, dieron boletas al recaudador y operador político Giorgio Martelli, entre los años 2012 y 2013.
Esto surge después que la semana pasada salieran a la luz cuatro facturas de más de tres millones cada una que el secretario de Estado había dado a la empresa de Martelli –SpA–, por tres informes que realizó el 2012, lo que complicó a Peñailillo, considerando el débil momento político que vive como conductor político del gabinete.
La información conocida ayer agregaba que Peñaillilo había entregado ocho boletas por cuatro millones a la empresa de Alex Matute Johns y Harold Correa –jefe de gabinete del ministro de Educación Nicolás Eyzaguirre y también miembro del selecto grupo de la G90–, en diciembre del 2011 y de junio a diciembre del 2012, más otras tres facturas entre enero y abril del 2013, por un monto de tres millones cada una.
Este era justo el escenario que en el oficialismo querían evitar, que el ministro del Interior, el supuesto brazo político de la Presidenta Bachelet, apareciera nuevamente vinculado en la oscura relación del financiamiento de la política, justo cuando el objetivo de La Moneda es precisamente tratar de salir de la crisis de credibilidad que se ha instalado.
En La Moneda se reconocía que esto era “una crisis en progreso”, sin mucha certeza sobre cómo terminará. Porque una cosa es la defensa pública que hace el Gobierno, de apelar y escudarse en que las boletas serían legales, pues tendrían respaldo.
Pero otra muy distinta es el cuestionamiento “ético y político”, donde hoy el ministro del Interior –reconocen en el oficialismo– queda en deuda, cuestionado públicamente, deslegitimado a ojos de la opinión pública. Ese es el problema, recalcan.
Una vez conocida la información en La Moneda imperó un silencio sepulcral, aunque tras las paredes de las oficinas de Palacio se comentaba que el PPD estada muy golpeado con la noticia, ya que afecta a su generación de recambio, a la tendencia que lidera el propio Peñailillo.
En Palacio ya se instaló, en algunos sectores, la duda sobre la conveniencia de que el ministro del Interior se mantenga en esa cartera, considerando que este jueves el consejo asesor encabezado por Eduardo Engel le entrega a Bachelet su informe y se supone que Peñailillo debía conducir el proceso político de llevar a buen puerto y en un corto plazo la batería de propuestas.
En el oficialismo ayer reconocían que “es inaceptable” la situación, que en este escenario el ministro del Interior “aparece débil e incapaz de liderar el proceso de recuperación de confianzas”, que “lo dejan sin justificación porque aparece como reincidente” y que “queda sin piso”.
Además, ponen el acento en que ya no es creíble el argumento que se utilizó la semana pasada, de afirmar que nunca se pensó que esto iba a afectar a La Moneda, al Gobierno, que en un contexto político como el que se vive estos meses, tensionado por las boletas del mundo de la política a distintas empresas, no hay cabida para insistir en esa lógica.
OÍDOS SORDOS
El manejo de Peñailillo la semana pasada para explicar las primeras cuatro boletas a Martelli fue mal evaluado, se le criticó lo ambiguo de sus explicaciones y lo excesivamente nervioso que se le vio. Pero, sobre todo, se le cuestionó en privado que el episodio demostró nuevamente la incapacidad del grupo más estrecho de sus asesores de adelantarse a las crisis, de prever conflictos y tratar de aminorarlos.
Esa crítica ayer tomó vuelo. Más aún cuando en el cónclave del domingo en la noche de la Nueva Mayoría y el Gobierno en el Hotel NH se habló a puertas cerradas de este punto, del “mal pie” en que queda Peñailillo al aparecer nuevas boletas, que su entorno aparezca vinculado en el pasado con Martelli, de lo complejo que es en términos políticos que el ministro del Interior quede cuestionado éticamente. “Esa es la verdadera dimensión que complica, la ética y la política, esa es la que puede traer problemas al Gobierno”, recalcó uno de los asistentes a la cita.
Otros reconocieron que en el cónclave nuevamente surgió la tesis de terminar con el goteo semana a semana de boletas de diversos funcionarios gubernamentales, a todo nivel. “No fue un planteamiento unánime, pero sí fue persistente durante toda la reunión”, explicaron.
El punto es que, una vez más, el gobierno escuchó atentamente, agregaron, pero no hubo respuesta y, por lo visto ayer, tampoco hubo un cambio de giro en la estrategia. “Anoche se dijo que venían nuevos casos, pero no se aceptó sincerar las boletas, por lo que se optó por pedir que se prepararan para reaccionar mejor que lo hecho hasta ahora”, dijo otro asistente al cónclave.
Peñailillo al mediodía de ayer partió rumbo a la Región de Atacama, sobrevoló y recorrió las zonas afectadas por el aluvión.
En Santiago, mientras eso sucedía, el vocero Álvaro Elizalde se remitió al libreto que ha aplicado La Moneda desde la semana pasada, es decir, apelar a la legalidad de las boletas: “Se trata de servicios profesionales que efectivamente se realizaron, no tienen ninguna relación con la campaña (presidencial de Bachelet). Estamos hablando de profesionales que trabajaron, que rindieron su trabajo, que por lo demás cumplieron con toda la legislación tributaria, y por eso hemos señalado que hay un mundo de diferencia entre personas que trabajan, por un lado, y quienes, por otro lado, han emitido boletas falsas para financiar campañas (políticas)”.
Luego, desde Copiapó, el ministro del Interior se mostró molesto por la información y dijo que “¡aquí se ha cruzado un límite!”.
Todo indica que esta performance es insuficiente. El aún timonel de la DC, Ignacio Walker, en su cuenta de Twitter pidió públicamente que “la arista Martelli tiene que ser aclarada, crece como bola de nieve”, mientras que su par PS, Osvaldo Andrade, durante un acto partidario dijo que “aún estamos a tiempo” de sincerar todas las boletas, porque “es malo para el sistema, para la forma de enfrentar el problema y para encontrar soluciones, que nos estemos enterando día a día de situaciones de esta naturaleza, Por eso insisto, que aquellos que tienen algo que contarnos nos cuenten de una vez”.
El episodio de las boletas de Peñailillo a Martelli la semana pasada gatilló que al día siguiente, el jueves 16 de abril, la Mandataria diera una señal pública de respaldo a su ministro del Interior. Asistió con él a una actividad en Villa Alemana, la inauguración de la 6° Comisaria de la comuna, un gesto que graficó para el Gobierno y todo el oficialismo que “se había afirmado”, que la Presidenta le creía, pero había quienes insistían en que no era suficiente, más aún si estaba latente en privado que podían aparecer nuevas boletas, que al final vienen a empañar el hito que prepara La Moneda con la comisión Engel. (El Mostrador)