La figura del Estado de bienestar encuentra su origen en tiempos del Canciller alemán Otto von Bismarck, décadas antes de la Primera Guerra Mundial. Bismarck definió su sistema benefactor como “socialismo de Estado”, agregando que los alemanes debían acostumbrarse a más socialismo.
Su propósito, además de competir políticamente por la derecha con las promesas del movimiento socialista, era convertir a los alemanes en dependientes del Estado para que estuvieran más dispuestos a ir a la guerra y pelear por su proyecto imperial. Para ello, un sistema de pensiones de reparto era fundamental.
El mismo Bismarck declaró: “Cualquiera que tenga una pensión [del Estado] se encuentra más satisfecho y es más fácil de manejar que quien no tiene esa expectativa. Mire la diferencia entre un empleado privado y uno en la cancillería o la corte; el último aceptará mucho más porque tiene una pensión que recibir”. También diría: “Será una gran ventaja cuando tengamos setecientos mil pensionados pequeños obteniendo sus ingresos del Estado, especialmente si provienen de esas clases que de otro modo no tienen mucho que perder en una revuelta y erróneamente creen que tienen mucho que ganar”.
El sistema de pensiones de reparto que busca instalar nuevamente la izquierda chilena, con apoyo de cierta derecha, es entonces un mecanismo de control estatal sobre la vida de los individuos al dejarlos a merced de la voluntad de los políticos para subsistir. Su esencia, evidentemente, es fascista.
La propuesta de Bismarck, como observó el historiador A. J. P. Taylor, se encontraba inmersa en el colectivismo nacionalista —propio del fascismo posterior—. Para ello, según relata David Kelley, Bismarck debía destruir las asociaciones voluntarias de socorro mutuo que diversos trabajadores alemanes habían conformado para financiar sus pensiones de manera independiente del Estado, objetivo que consiguió. Como bien diría Mussolini: “Nada fuera del Estado, nada contra el Estado, todo dentro del Estado”.
Por eso es tan grave la traición de Chile Vamos al sistema de capitalización individual que despolitizó las pensiones. El argumento más relevante aquí no es técnico, pues es indiscutible que los sistemas de reparto están todos quebrados y, si se reintroducen en Chile, aunque sea de manera incipiente y disfrazada de crédito o “seguro social”, se expandirá como un cáncer.
El argumento es moral. Chile Vamos, con su disposición a transar con ideas fascistas propias de la izquierda, demostró que carece de principios, confirmando que no es confiable como oposición y menos aún como gobierno.
Olvidan que Hitler utilizó la misma estrategia que Bismarck: mantener un Estado de bienestar extraordinariamente generoso, con el cual, según el historiador Götz Aly, literalmente “compró” el apoyo del pueblo alemán. Aly explicó: “La idea de un Volksstaat —un Estado del pueblo para el pueblo— era lo que hoy llamaríamos un ‘Estado de bienestar’ […]. Hitler prometió ‘la creación de un Estado socialmente justo’, que ‘continúe erradicando todas las barreras sociales’”.
¿No han sido idénticos los pretextos de Chile Vamos para mutilar el sistema de pensiones? En Chile, fue ese Estado benefactor el que terminó por destruir la democracia, conduciendo al régimen totalitario de Salvador Allende.
Los autores de “El Ladrillo” hicieron el mejor diagnóstico sobre esta materia: “La actual situación se ha ido incubando desde largo tiempo y ha hecho crisis porque se han extremado las erradas políticas económicas bajo las cuales ha funcionado nuestro país a partir de la crisis del año 30. Dichas políticas han inhibido el ritmo del desarrollo de nuestra economía, condenando a los grupos más desvalidos de la población a un exiguo crecimiento en su nivel de vida… esta ansiedad por obtener un desarrollo económico más rápido y el fracaso de los sucesivos programas intentados para generarlo han abonado el camino para el triunfo de la demagogia marxista. La excesiva politización de nuestra sociedad está ligada a esta tendencia, ya que la acción del Estado ha ido paulatinamente abarcando todos los niveles de la vida nacional”. En otras palabras, no había “nada fuera del Estado”.
La revolución libertaria de los Chicago Boys lo que consiguió fue precisamente revertir el socialismo de Estado que había caracterizado a Chile durante décadas, restaurando la independencia del individuo frente al poder estatal.
Nuestros políticos llevan décadas intentando destruir eso para regresar al esquema fascisocialista que en el pasado sepultó nuestras libertades y arruinó toda forma de progreso. (El Mercurio)
Axel Kaiser