Pensiones, solidaridad y reparto

Pensiones, solidaridad y reparto

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En la discusión sobre pensiones los árboles no nos están dejando ver el bosque. Bono tabla, préstamo o “aporte reembolsable”, 0,5% para “compensación”, 3,5% a capitalización, pero reparto intergeneracional. La estrategia del gobierno ha sido enredar la discusión con nuevos conceptos y una mesa técnica que no ha llegado a acuerdos sustantivos. Por eso en las líneas que siguen voy a hacer una discusión más conceptual.

Por qué no reparto

Primero quiero aclarar por qué muchos economistas nos oponemos con tanta firmeza al reparto. No es una cuestión religiosa ni exceso de ortodoxia, es una cuestión de sobrevivencia para cualquier sistema de pensiones. Cuando a principios del siglo veinte Von Bismarck inventó en Alemania la seguridad social lo hizo sobre la base del “reparto”. Lo que él creyó que era una gran idea era que los trabajadores activos financiaran con un aporte las pensiones de los jubilados. En el futuro, cuando ellos fueran pasivos, los trabajadores de ese tiempo los financiarían a ellos con su aporte. Parece ingenioso, pero hay un “detalle”: por aquellos años había 15 trabajadores activos por cada jubilado por lo que los sistemas eran superavitarios y podían acumular reservas. Hoy día, estamos en una situación en que la próxima década habrá menos de 3 trabajadores por cada jubilado como consecuencia del envejecimiento de la población. Escasos nacimientos y prolongación de la vida por avances de la ciencia. El problema es que los sistemas de pensiones estatales no acumularon reservas, sino que se las gastaron. ¿Le extraña? En cada tiempo y lugar hubo políticos ingeniosos que encontraron en qué gastarlas. Acuérdese de esta parte para entender lo que sigue.

Por eso hoy todos los sistemas de pensiones en el mundo están en crisis, unos más que otros. En Estados Unidos, por ejemplo, antes de 2050 el social security quebrará si el Estado no le hace sustanciales nuevos aportes. Por eso en todas partes se ha incorporado la capitalización, en diversas modalidades que incluyen ahorros obligatorios y voluntarios, la mayoría de ellos administrados por entidades privadas. Chile cambió su sistema en 1981, de modo que está adelantado en esta carrera y por eso tiene indicadores que están entre los mejores de la OCDE. Sin embargo, tiene problemas con el nivel de las pensiones, especialmente por su mercado del trabajo, que en los últimos quince años se ha deteriorado y por ellos han mermado las cotizaciones.

El proyecto del gobierno, remando contra la corriente, establecía 6 puntos de cotización adicionales, todos a reparto y manejados principalmente por el Estado. Una propuesta que debiera hacer enrojecer de vergüenza a quienes la elaboraron y defendieron. Ahora se ha abierto a que algunos puntos vayan a capitalización individual y con ello ejercen presión sobre la oposición para que ellos a su vez cedan 3 puntos. Lo que los negociadores de la centroderecha no consideran es que son 3 puntos en la dirección equivocada. El ancla en los 6 puntos, por lo demás, no tiene sentido como lo dijo el economista Jorge Quiroz. Una propuesta elaborada en Libertad y Desarrollo considera sólo 3 puntos a capitalización. El ahorro para el Estado (el mayor empleador de Chile) de los otros 3 puntos (0,65% del PIB) permitiría aumentar las pensiones actuales, en magnitudes similares a lo que el gobierno pretendía hacer con los puntos para reparto. Nadie ha dado un argumento de por qué esta fórmula no puede reemplazar a la que se negocia en el Senado.

Algunos dicen que conceder 0,5% a reparto para nivelar las pensiones de las mujeres, sería un precio bajo a pagar por un acuerdo. El problema es que no es un 0,5%, como ya lo ha confesado la ministra Jara, que ha dicho que podría crecer. La razón es simple: el reparto es un germen que una vez que se introduce al sistema lo destruye. Porque, así como políticos de hoy de todos los colores, están felices de entregar 0,5% a reparto para aumentar pensiones actuales (y ser aplaudidos por ello), mañana habrá políticos que querrán entregar un 1% más, porque las pensiones seguirán siendo bajas. Total, el costo en popularidad lo pagarán otros políticos más adelante. Ese es el germen, inconsistencia dinámica entre la política y la técnica, que hará fracasar el reparto, como ya lo hizo una vez en todo el mundo.

¿Y la Solidaridad?

El gobierno, en particular la ministra Jara, pretenden engañar a la población diciendo que si no hay puntos a reparto no hay solidaridad. Falso, son cosas distintas. La solidaridad en Chile está dada por la PGU. El proyecto pretende que los trabajadores formales que cotizan, ricos y pobres, financien mayores pensiones de los actuales jubilados. Esa es una responsabilidad del Estado que debiera pagar con fondos generales que provienen de los impuestos, o sea de los más ricos. Como dijo el economista de la FEN, Joe Ramos, que los trabajadores de La Pintana paguen las pensiones de los jubilados de Vitacura no es solidaridad. Es un impuesto Hood Robin, si quieren utilizar ese léxico.

La propuesta del gobierno se cae por su inconsistencia y hay poca claridad de los senadores de oposición que negocian con él. De los últimos, podríamos esperar un poco de humildad al menos y una actitud distinta que esté abierta a negociar, pero un proyecto que sea sostenible técnicamente y bueno para Chile. Ojalá la Navidad haya traído nuevos aires. (El Líbero)

Luis Larraín