Comenzar a analizar la actividad económica de los últimos cuatro años no parece políticamente correcto, pero sí nos debe llevar a pensar en forma seria. Los datos del período 2012-2016 traen un año del fin de un gobierno y tres del actual. Sin duda, el crecimiento ha caído a muy bajos niveles producto del desplome del precio del cobre y de las malas señales del actual gobierno, así como de la rigidez del independiente Banco Central, lo que, junto a múltiples reformas mal expuestas y a una persistente persecución a los empresarios y emprendedores, ha constituido un cuadro dramáticamente negativo para los chilenos.
El Banco Central no puede tener solo una meta rígida de la inflación, la cual ya está lograda dentro del 3%. Pero hay que evaluar los daños de esa política rígida con un costo altísimo para todo el país, y su actual independencia no puede ignorar que vivimos todos en Chile. Ahora se requiere de un paquete de estímulos tipo shock para provocar estímulos en una economía asfixiada y fatigada.
No solo las malas señales que el gobierno respira internamente y hacia el exterior son reflejo de lo que la ciudadanía rechaza por su evidente mala gestión, sino que las insistentes reformas no funcionan en ninguna economía del mundo y pretenden experimentarlas en Chile. Solo han transmitido pesimismo, desorientación, pánico, en lo que hasta hace poco fue visto como un país ejemplar, estable en el mundo y destacado por su innovación bien aplicada en los ámbitos de la sociedad y la economía general.
Solo un ejemplo de la actividad física del país: si tomamos el movimiento de transporte aéreo en Chile, los vuelos al norte (Arica a Copiapó) han disminuido un 95%, y los de La Araucanía han bajado un 15%, mientras que los de la Patagonia (Valdivia a Punta Arenas) han subido un 14% en igual período 2012-2016, y el turismo o viajes desde y hacia el exterior solo representan un 12% del total del movimiento. Es decir, la actividad se acomodó hacia una tendencia natural, con la ausencia del estímulo del exterior, por el efecto de un tipo de cambio bajo, que solo estimula el movimiento nacional. La combinación de factores distorsionadores en nuestra economía requiere de cierta urgencia disruptiva, tanto por parte del Gobierno como del Banco Central. Para que juntos y en forma independiente logren un concierto de medidas que permitan estimular el crecimiento sostenible, a costa de algo de inflación, pero cuidando el empleo de sus ciudadanos, siendo un país atractivo para la inversión extranjera.
Mientras antes hagamos cuenta de que el cobre ya no existe como el gran motor, y basemos nuestra economía en la diversificación del alto valor agregado de nuestros productos y servicios, seremos capaces de generar una real estabilidad en las pymes, como por ejemplo en la industria de turismo, que es una exportadora de servicios más rápida y natural para actuar. Podríamos lograr lo que alguna vez cambió a España y que le ha permitido salir de situaciones complejas de la economía europea con gran éxito vía los ingresos por turismo. Para eso se requiere tener serias ganas de hacerlo, de crear un Ministerio de Turismo y no un segundo apellido como Ministerio de Economía, Desarrollo y Turismo. Una unidad dedicada por completo a esta actividad, dotada con los mejores profesionales y con asesoría extranjera especializada en el rubro.
El PIB en Chile bordea el 2%, teniendo un bajo componente de la minería y del comercio exterior, basado principalmente en el consumo interno. Con una industria y servicios tradicionales concentrados en la Región Metropolitana, lo cual es una tradición adictiva, donde se registran los más altos niveles de desempleo después del norte chileno. Si logramos robustecer a las regiones, solo entonces conseguiremos el equilibrio, estabilidad y crecimiento sustentable que este largo país requiere.
Solo el crecimiento económico llenará las arcas fiscales, volverá el ánimo triunfalista que todos los chilenos necesitan y no simplemente cargándole la responsabilidad al Gobierno, sino también al Banco Central de Chile.
Necesitamos más foco y austeridad. Hay que arremangarse para crecer con un ánimo de equipo. (El Mercurio)
Jaime Said