Los políticos están de fiesta. Una muestra de lo anterior son los tres retiros de las AFP, donde parlamentarios sin control aprueban leyes que les generan beneficios electorales de corto plazo, sin importarles los costos de largo plazo que recaen en el electorado y que afectan significativamente su bienestar. ¿Cuándo va a terminar esta farra? La evidencia histórica responde a esta pregunta elocuentemente: cuando se agoten los recursos. Hasta el 2007 Chile se dedicó a ahorrar, tanto a nivel privado como del Estado, acumulando reservas y llevando a que el país se transformara en acreedor neto; esto significa que le prestábamos dinero al mundo. Es decir, durante muchos años acumulamos ahorros, o engordamos las vacas, para enfrentar los períodos de vacas flacas con tranquilidad, algo inusual en nuestra historia.
El problema es que el estallido social, y el delincuencial, abrió el apetito de la izquierda radical para retornar al poder y capturar al Estado. Esto, junto al desplome de la actividad económica producto del coronavirus, generaron el escenario ideal para que políticos, algunos malintencionados y otros oficiando de tontos útiles, amparados en la justicia social y el dolor de las familias chilenas, aprobaran leyes populares, funcionales electoralmente, pero nocivas para el bienestar de sus electores. Si sazonamos lo anterior con un presidente débil que dejó que el desorden siguiera su curso, el resultado probable es que Chile se dirija ineludiblemente, y dado el calendario electoral de los próximos años, a una crisis de deuda. Pues el gasto público crecerá más y más mientras los ingresos fiscales se verán limitados por la débil expansión económica, producto -entre otras cosas- de que la incertidumbre política afectará negativamente la propensión a consumir e invertir.
En efecto, Chile al final del 2020, mantenía una deuda pública a PGB (Producto Geográfico Bruto) de 32.5%, y que se espera llegue a fines de este año a 36%. Esto es, en pesos de hoy, que cada chileno deberá aproximadamente $3.600.000. Sin embargo, los próximos años los ingresos fiscales serán más bajos por la caída en el precio del cobre y el menor crecimiento económico, y con suerte quedará ahorro estatal, entonces, salvo que reduzcan el gasto de Gobierno, lo que equivaldría a un autosacrificio insoportable para la clase política, el exceso de gasto se financiará con más deuda. Por lo tanto, en algunos años la deuda pública llegaría a 50% del PGB. Agregue a lo anterior el ambiente político y el ánimo de los chilenos, en cuanto a creer que el Estado, manejado por los políticos, es la solución a la pobreza y la falta de oportunidades… la situación podría ser aún peor.
Chile, por intermedio de una clase política irresponsable, que desdeña a sus propios técnicos, azuzada por una ciudadanía embriagada por la divinización de la “solución estatal”, transita inexorablemente a una crisis de deuda. En ese escenario, que muchos otros países latinos y europeos han sufrido, los más perjudicados serán la clase media y los pobres, que verán el poder de compra de sus salarios menguados por la devaluación del peso y por la debilidad en los empleos, consecuencia directa del menor crecimiento económico.
En conclusión, el Chile en que los consumidores ahorraban en las AFP, los empresarios invertían en sus empresas y los políticos hacían gala de austeridad fiscal, y que significó pasar muchos años engordando vacas para hacer frente a los temidos períodos de vacas flacas, se encamina, en unos pocos años, por intermedio de la insensatez de su clase política y de ciudadanos interesados en el parasitismo social, a tener que comerse hasta las vacas flacas. Si no me cree mire sus ahorros previsionales, y si es tan iluso para creer que el Estado sobrecargado de deudas por hacer justicia social le pagará una pensión digna, entonces usted se merecerá lo que le pase.
William Shakespeare, dramaturgo y poeta inglés, sostuvo;” No está en las estrellas contener nuestro destino, sino en nosotros mismos.” Somos nosotros los que tenemos que detener a los políticos en su intención de dejar a nuestras vacas famélicas. ¿Cómo? Vaya a votar en todas las elecciones y no les dé su voto a políticos que ofrecen “estrellas” y que intentan ganar elecciones ofreciendo el dinero ajeno. (El Líbero)
Manuel Bengolea