Me refiero a la carta del presidente de la CPC, señor Juan Sutil, publicada ayer, en respuesta a la carta que su medio amablemente me publicara el miércoles.
Sin duda, los dificilísimos tiempos que vivimos requieren que asumamos con una mirada grande, solidaria, nacional, la necesidad de recuperarnos de la pandemia y de la crisis económica y social consiguiente. Pero esa unidad, para ser socialmente creíble, debe estar fundamentada, sobre todo, en la responsabilidad social con quienes más sufren, y recogiendo la demanda ciudadana expresada en la movilización pacífica de millones de chilenos y chilenas a partir del 18 de octubre pasado. Esos chilenos no demandan una revolución. Lo único que demandan son cambios profundos para que en Chile exista verdadera justicia social, no más abusos, dignidad para todos, efectivo respeto por los derechos de las mujeres, de las niñas y niños, del pueblo mapuche, que se erradique la corrupción.
Eso no se recoge con llamados a una unidad vacía de propósitos, que no sintoniza con los anhelos de la inmensa mayoría de nuestros compatriotas. Sobre todo cuando la gente ya no le cree a nadie, ni al Gobierno, ni a las instituciones, ni a los uniformados que han sido llevados a violar una vez más sus derechos humanos, ni a los políticos, ni a los empresarios, ni a los curas. Es la élite del poder, en todas sus expresiones, la que está cuestionada. Si eso no se entiende, como no lo entiende el Gobierno, ni el gran empresariado, ni la derecha, con contadísimas excepciones, como son las del senador Manuel José Ossandón y del exdiputado Mario Desbordes, el futuro del país es altamente preocupante.
Lo que los chilenos y chilenas ven de los poderosos es obstruccionismo y descalificación populista a todo lo que se promueva en favor de los más golpeados, rechazo a cambiar una Constitución desfondada. El proceso constituyente que está en marcha nos da la gran oportunidad de cambiar este país, entre todos, sin miedos. Sí. Entre todos y para todos, porque la que nos rige fue elaborada en dictadura solo para unos pocos chilenos. Siempre y cuando la derecha y el gran empresariado dejen de atrincherarse en las herencias de la dictadura que les dio tanto; siempre y cuando escuchen las voces de los nuevos tiempos, como lo han entendido los multimillonarios del mundo. Si el gran empresariado local no escucha a sus compatriotas, al menos escuchen a sus pares del mundo, que les están diciendo por dónde deben ir las cosas si no lo quieren perder todo.
Germán Correa Díaz
Exministro del Interior
Exministro de Transportes