Las primeras gotas comenzaron a caer el martes. Y en poco tiempo, se transformaron en un temporal que convirtió a las regiones áridas de Antofagasta, Atacama y Coquimbo, en el norte de Chile, en un lugar irreconocible.
Las precipitaciones provocaron aluviones de agua y lodo que dejaron hasta el momento siete muertos, cerca de 20 heridos y cuantiosos daños materiales.
¿Pero cómo es posible que esta zona tradicionalmente desértica se haya convertido en un lodazal? ¿A qué se deben estas lluvias repentinas y devastadoras?
COMBINACIÓN FATAL
«En principio hay que entender que, aunque el norte de Chile sea uno de los desiertos más áridos del mundo», le dice a BBC Mundo Francisco Ferrando, director académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, «debido a la presencia de la cordillera de los Andes y a la meseta altiplánica sobre los 4000 metros de altitud, en verano se registran los efectos monzón amazónico que trascienden los Andes».»Esto genera lluvias importantes sobre ese sector de la alta cordillera que se traducen en flujos aluvionales que bajan sobre el desierto».
«Esto», recalca, «ocurre todos los veranos».
«Lo que sucedió en este caso fue un tipo de tormenta que no es tan frecuente y que se denomina baja segregada», le explica a BBC Mundo René Garreaud, subdirector del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2).
Esto es esencialmente un núcleo de aire frío en altura que se desprende del flujo principal de los vientos del oeste y que se enfrenta con masas de aire cálido y cargadas de mucha humedad que vienen desde la cuenca amazónica.
Esta combinación provocó una intensificación de las lluvias y desencadenó los aluviones en norte del país.
Según señala Garreaud, las bajas segregadas tienen lugar una o dos veces al año y «siempre que ocurren tienen un efecto significativo, como una tormenta de viento o una nevazón inesperada en la parte alta de la cordillera».
«Esta vez se manifestó con precipitaciones muy intensas porque un hubo un aporte de humedad de la zona más tropical».
Por otra parte, el hecho de que las precipitaciones se produjeran en un tiempo muy concentrado empeoró la situación.«Si se hubieran dado a lo largo de 24 o 48 horas su efecto hubiese sido más benéfico», dice el experto.
CUÁNTO ABSORBE LA TIERRA SECA
Uno podría imaginarse que, siendo el suelo una extensión seca sedienta de agua, tendría la capacidad de absorber la lluvia sin que se produzcan aluviones.
En opinión de Ferrando, el problema es la intensidad. «Los terrenos tienen buena capacidad de infiltración ya que son muy secos, pero la intensidad fue tal, que superó con creces la capacidad de absorción y por lo tanto se generó un enorme excedente de agua que se transformó en escurrimientos superficiales».
En Chile, en general, «si llueven más de 60 milímetros en 24 horas se produce un aluvión. En el norte, el umbral es mucho más bajo. Con 4 o 5 milímetros que caigan en un día es factible que se produzcan estos movimientos de masa».
Pero también, apunta Garreaud, «aunque el suelo absorbe una buena cantidad, no todo se filtra porque éste forma una película, una suerte de costra que tiende a impermeabilizar la superficie».
PRONÓSTICO CERTERO
Como explican los expertos, ésta no es la primea vez que ocurre ni la última que lloverá de esta manera en Atacama.
Ferrando recuerda que otras lluvias intensas tuvieron lugar en 1991 y 1997. No obstante, lo que sí resulta una novedad es que «con el cambio climático, que no hay duda está afectando al país, estos fenómenos se producen con más frecuencia».
Pero si ya sabemos de antemano que pueden a ocurrir, sobre todo en verano, ¿es posible evitar sus consecuencias?
Sin entrar en el terreno de cómo manejar la emergencia, que se escapa al ámbito estrictamente científico, hay cosas que se pueden mejorar.
Según le dice a BBC Mundo Garreaud, en términos meteorológicos, el pronóstico en esta ocasión fue muy acertado. «Sabíamos lo que iba a ocurrir. El sábado y domingo ya mostraban signos de precipitaciones que fueron las que luego se manifestaron a los 4 o 5 días».
«El servicio meteorológico advirtió sobre este fenómeno. Pero lo que aún falta», dice, «son los sistemas que permitan traducir los milímetros de lluvia que se van a precipitar -con el tiempo en el que lo hacen- en la probabilidad de aluviones».
«Porque la lluvia no es el problema, sino los aluviones».
«Eso es lo más difícil: entender -ya que depende de una serie de factores como la forma de los ríos y otras variables- cuándo la lluvia se trasforma en una corriente de lodo», explica.
Hay conocimiento a nivel internacional, «pero en Chile, no lo hemos adoptado. Estamos un poco en déficit en ese sentido. Ahí, tenemos mucho que mejorar», concluye el investigador. (BBC Mundo)