El 2011 el sociólogo Eugenio Tironi publicó un libro titulado “¿Por qué no me quieren?” haciendo alusión a las movilizaciones estudiantiles de ese mismo año y a la baja en la aprobación del entonces Presidente Sebastián Piñera en las encuestas.
Dicho título sería oportuno para el momento político actual, sin embargo difícilmente el autor antes mencionado publicará otro libro con similar nombre. Quizá sería otro del orden, ¿Qué le pasó a Bachelet?, o ¿Por qué YA no me quieren?
En momentos como el que vivimos es necesario intentar explicarnos por qué hemos llegado a la situación en la que estamos, no tan solo en relación a la desaprobación del gobierno y de la Presidenta sino que también respecto a la desconfianza en la política y las instituciones.
Como todo fenómeno complejo, la desaprobación del gobierno es un fenómeno multicausal: el rechazo “estructural” que tienen cada una de las reformas promovidas por el ejecutivo, con un profundo ánimo refundacional; la corrupción que salpica a la familia presidencial y su mala respuesta frente a ello; el lamentable trato que han tenido frente a los cuestionamientos al ex administrador de la Moneda, Cristián Riquelme, en la línea de lo que fue anteriormente en relación a los ministros Peñailillo y Arenas, por nombrar algunos elementos de los últimos doce meses.
Situaciones como las anteriormente mencionadas sin duda afectan el prestigio de la actividad política, el hecho mismo de ser gobierno y ser autoridad cuando ésta se ve frente a un cuestionamiento importante, es un punto relevante a la hora de analizar el contexto, considerando que la oposición no tiene una aprobación mayor a la del Ejecutivo, e incluso se ve bastante desorientada.
Este lunes 29 de febrero se dio a conocer la encuesta Cadem que daba los peores resultados para el gobierno y para la Presidenta Bachelet: solo un 20% de la población aprueba su gestión. Estos resultados se dan a conocer tras el festival de Viña del Mar, en donde las secciones de humor tuvieron un énfasis especial en la crisis y crítica hacia la política, y uno de los mayores afectados fue el propio hijo de la Presidenta, Sebastián Dávalos Bachelet.
Sin perjuicio de que el humor podría llegar a ser un factor relevante en esta última encuesta, nos equivocaríamos al decir que esta alta desaprobación se debe al humor. Creo que esta desafección resulta ser un reflejo del clima político actual, por lo que lejos de ser la causa del problema es un efecto del mismo.
Ante los pésimos resultados obtenidos llama la atención la falta de autocrítica por parte del gobierno, pues sectores más extremos del mismo insisten en sostener que la solución pasa por radicalizar sus posturas y llevar a cabo reformas que han sido ampliamente rechazadas por la población, en circunstancias que la teoría de la retroexcavadora ha sido amplia y transversalmente rechazada.
Desconocerlo sería un profundo error y más temprano que tarde le ha ido pasando la cuenta a la izquierda.