Desde fines de la década de los noventa, las compañías mineras -emplazadas principalmente entre las regiones de Arica y Parinacota y Coquimbo-, han apostado por construir plantas desalinizadoras para paliar los efectos de un escenario de escasez hídrica y asegurar la continuidad operacional.
Sin embargo, hay diferentes visiones en torno al impacto de estos proyectos en el medio ambiente, las que se relacionan con el volumen de energía que requiere el proceso de desalación o las grandes cantidades de salmuera que retornan al mar.
La minería no es el único sector que trata agua de mar. De acuerdo al catastro de plantas desalinizadoras y sistemas de impulsión de agua de mar 2017-2018, representa un 57,6% del total de la producción de este mercado, seguido por 28,4% del sector sanitario y 14% del industrial. Y de acuerdo a estimaciones de Cochilco, a 2029 el consumo de agua de mar representará el 43% del total en la minería del cobre, con tasas de crecimiento promedio anuales de 12,2%.
Hoy la industria minera cuenta con 10 plantas desalinizadoras en operación y 11 en diferentes etapas de evaluación y proyecto. Entre estas últimas está Enapac, en la región de Atacama, la planta más grande de Latinoamérica, que entrará en operaciones en 2021 y que abastecerá a ocho mineras de la zona.
Ulrike Broschek, subgerente de sustentabilidad de Fundación Chile
«Hay que aumentar la investigación en condiciones locales»
Si bien visualiza la desalación como una de las soluciones para reemplazar el uso de agua continental de zonas áridas y acuíferos en condición crítica, «la mejor vía sería que el agua dulce de las cuencas fuera aprovechada por los ecosistemas y las comunidades y que la gran minería y agricultura migrara hacia el uso de nuevas fuentes como la proveniente del agua de mar», dice.
Respecto del impacto ambiental plantea que el consumo energético siguen siendo alto, y a menos que se usen fuentes de energía renovables, los combustibles fósiles aumentan las emisiones de Co2 agravando el calentamiento global.
En el caso de la salmuera resultante del proceso dice que en osmosis inversa presenta 2,5 a 3 veces el volumen de agua desalada, por lo tanto, el regresar al mar impacta los ecosistemas marinos, pues el aumento de temperatura y sales incide en la abundancia de grupos más sensibles, como equinodermos, plantas acuáticas, poliquetos y crustáceos. «Si bien estos impactos han sido mitigados con mejor tecnología de filtros, la salmuera y contaminantes químicos de la descarga de las plantas desalinizadoras, persisten y son los principales factores de impacto negativo. Es un tema al que hay que dar la mayor atención, aumentando la investigación en condiciones locales y bajo un escenario de incertidumbre climática».
Además advierte que en el sector minero han proliferado proyectos de desalación independientes. «Por ejemplo, en Antofagasta hay 19 proyectos en desarrollo, todos independientes para abastecer cada faena y carecen de coordinación con el territorio», dice Broschek.
Luis Cisternas, Universidad de Antofagasta
«La salmuera puede contener reactivos químicos»
El director del Departamento de Ingeniería Química y Procesos de Minerales de la Universidad de Antofagasta, Luis Cisternas, señala que las plantas desaladoras son una alternativa real para enfrentar la escasez hídrica no solo en la minería, sino también para el sector agrícola. Explica que países como España, Israel y Australia ya usan agua de mar desalada para el riego.
Sin embargo, indica que estas plantas tienen consecuencias directas en el medio ambiente, principalmente porque la salmuera de descarte que se produce en el proceso de desalación es depositada al mar, lo que provoca que el océano reciba la misma cantidad de agua desalada producida, pero con el doble de salinidad.
«Esta salmuera puede contener reactivos químicos utilizados en el proceso de pretratamiento y en las actividades de mantenimiento de las plantas, por lo que puede causar daños al ecosistema marino, especialmente a las comunidades bentónicas marinas que están cerca de los puntos de descarga de las salmueras», afirma.
Waldo López, gerente de Desarrollo de Negocios de Agua de Acciona
«No hay externalidades negativas»
Para Waldo López las plantas desaladoras son una alternativa para enfrentar la escasez hídrica, tal como los embalses, el uso eficiente del agua o el control de fugas en la distribución del recurso, pero «hay que poner la desalación en su justa dimensión y no pensar que puede ser la solución a todos los problemas de escasez».
Respecto de un potencial impacto de la desalación en el ecosistema marino, afirma que «no hay externalidades negativas». «Se habla del impacto que la salmuera -que se devuelve al mar luego del proceso de desalación- tiene en el ecosistema marino. Sin embargo, la salmuera que se regresa al mar tiene los mismos sólidos disueltos (sales), que es en principio lo que sacamos del mar. Una vez en el punto de descarga es devuelta al mar con unos difusores que aseguran una integración al medio natural con una mínima afección».
Plantea que la tecnología utilizada para desalar agua de mar está «madura y probada en diversas partes del mundo, y con una evolución constante que ha permitido bajar los costos de construcción y operación», y que la incorporación a partir de los ochenta de la tecnología de membranas de osmosis inversa permitió «bajar de manera muy considerable el consumo específico de energía».
«Al bajar el gasto energético, que en principio tuvo una motivación económica, también se benefició que la operación fuese más amigable con el medio ambiente, ya que a la desalación, requiere un alto consumo de energía, solo en la medida de que ésta provenga de fuentes renovables el impacto en emisiones de CO2 es nulo».
René Aguilar, vicepresidente de Asuntos Públicos y
Sustentabilidad de Antofagasta Minerals
«Las plantas modernas no generan daño ambiental»
René Aguilar, vicepresidente de Asuntos Públicos y Sustentabilidad de Antofagasta Minerals, indica que la desalinización, a pesar de ser una fuerte opción para la falta de recursos hídricos, requiere esfuerzos e inversiones importantes, por lo que no todas las compañías mineras están en condiciones de operar con agua desalada. «Tampoco es una solución rápida, ya que es necesario realizar estudios ambientales y de ingeniería antes de poder comenzar su construcción, además de obtener todos los permisos exigidos por nuestra legislación», dice Aguilar.
Respecto del impacto en el medio ambiente, afirma que las plantas desalinizadoras no provocan impacto debido a que «la tecnología de desalación es conocida y probada no sólo en Chile, sino en muchos otros lugares del mundo. Y las plantas modernas, como la que estamos construyendo, no generan daño ambiental».
Apostando a esto y de cara a enfrentar períodos de escasez hídrica, en 2018 Antofagasta Minerals, dio el vamos oficial al Proyecto de Infraestructura Complementaria (INCO) ubicado en el yacimiento Los Pelambres de la región de Coquimbo, que contempla instalar en la comuna de Los Vilos una planta desalinizadora, con capacidad de producción de 400 l/seg de agua desalada de calidad industrial. La iniciativa está en etapa inicial y se proyecta que la planta estará operando en la segunda mitad de 2021. (DF)