Lo público, junto con lo privado y lo estatal, configuran las tres esferas básicas de la convivencia en las sociedades, ya sean clanes, tribus, cantones, países, por señalar algunas de diversas magnitudes. Sin embargo, con el tiempo nos hemos acostumbrado a confundir lo público con lo estatal, lo que desfigura gravemente a las sociedades y perturba su armonía.
Lo privado nos remite a los individuos y sus familias, como núcleo humano fundamental. Su accionar tiende a satisfacer sus necesidades e intereses y puede no considerar las repercusiones, positivas o negativas, que tengan en otros ajenos a ese grupo.
La situación cambia cuando varios grupos de este tipo, y que tienen una afinidad en su forma de vida o cultura, coinciden en que juntos pueden resolver mejor ciertas situaciones que les son comunes. De aquí nace la búsqueda de un mando superior, dotado de autoridad, que apunte a los objetivos que los convocan.
Entre los mapuches fueron los loncos o asociaciones de loncos para la guerra. Entre los occidentales fueron los caudillos que con el tiempo se fueron titulando como reyes o presidentes. Cuando esa unión perdura y se complejiza, se desarrolla una organización para canalizar y orientar los esfuerzos que demanden esos problemas: es el Estado que permite enfrentar situaciones complejas y perdurables que afecten al conjunto.
Pero esto no elimina los intereses privados y de las asociaciones entre ellos. De aquí deriva la potestad normativa del Estado para regular y armonizar la convivencia en sociedades complejas, encauzando las labores privadas en beneficio colectivo. Esta interacción entre los privados y el Estado origina la esfera pública, que se caracteriza por ser más compleja. El gran pilar de este ámbito de interacción es la sociedad civil —a cuyo servicio está el Estado— en toda la amplia heterogeneidad de sus manifestaciones, que es lo que hace fructificar los esfuerzos de todos en beneficio de todos.
Lo privado, lo público y lo estatal constituyen tres ámbitos diferentes, pero complementarios para la mejor convivencia en sociedades complejas. Si los privados pretenden imponer sus propios intereses podemos llegar a la anarquía. Cuando el Estado, abusando o extendiendo su potestad, anula lo público, se hace presente la tiranía. Los límites entre ellas son siempre difusos. De aquí que la claridad de ideas y de acciones sea fundamental para establecer las normas que regulen estas esferas, unidas a la prudencia y concordia de todos. (El Mercurio)
Adolfo Ibáñez