“Ha llegado el momento de que la nación escriba una nueva página de su historia… corrija los errores del pasado para avanzar con confianza hacia el futuro… Por las vejaciones ocasionadas a su pueblo, les pedimos disculpas… Hoy damos este primer paso, reconociendo nuestro pasado y reclamando un futuro que nos abrace a todos.” [1] (traducción no literal) El extracto corresponde a las disculpas que dio en febrero del 2008, Kevin Rudd, Presidente de la Cámara de Representantes de Australia a los pueblos indígenas.
En Chile estamos muy lejos de que pase algo así, nuestra elite política sigue siendo oportunista y pueril. Sin ir más lejos, la Presidenta Bachelet dijo en su última cuenta pública: “Sabemos que uno de los más importantes desafíos pendientes de nuestra cohesión social y territorial es el rezago de la Región de la Araucanía y las desigualdades sociales, productivas y culturales que tensionan la relación entre comunidades mapuche, el Estado y la sociedad”.
No Presidenta, se equivoca profundamente. El problema no es la pobreza de la Araucanía, cruzar la conflictividad con la pobreza es una negligencia culposa de quienes no entienden las raíces del conflicto o buscan aprovecharse del mismo. Aunque la región tuviese el índice per cápita de Antofagasta, el conflicto continuaría, ya que el corazón del conflicto no tiene nada que ver con el acompañamiento productivo, la propiedad o la discriminación. El corazón está en la libertad y autonomía del pueblo mapuche.
Si bien es cierto que el Estado chileno se impuso por la fuerza a fines del siglo XIX, los mapuche por afuera o dentro, por la izquierda o la derecha chilena, por las buenas o las malas, nunca han dejado de buscar su libertad. Y a diferencia, de lo que repite deleznablemente Villegas cada domingo, la autonomía no se trata de expulsar a los chilenos, ni de volver a vivir en rukas, mucho menos de matar a inocentes. Los responsables de esos delitos tendrán que responder por sus actos. Fuera de la demagogia, la legislación internacional, está lejos de aceptar la secesión para los pueblos indígenas, se permite únicamente el ejercicio de la autodeterminación interna y el reconocimiento de un pluralismo jurídico subordinado al Estado de derecho del país en cuestión.
La solución a los problemas del país –y la Araucanía- no radica en aplicar programas especiales ni en dádivas del Estado, la solución radica en la libertad económica, política y cultural. Es paradójico, pero Chile tuvo una involución política al respecto, a principios del siglo XIX, se reconocía nuestra autonomía, ahí están las cartas de los padres de la patria Chile (O´Higgins, Carrera, etc.,) o los tratados como el de Tapihue en donde la reconocían sin dudar.
Hoy existe consenso en casi todos los candidatos Presidenciales, salvo un par de racistas, en el reconocimiento constitucional, sin embargo, un reconocimiento del puro aporte cultural es inocuo. Ya que tal como señala el Informe de la Comisión Asesora Presidencial: “La solución al conflicto pasa por un acto de realismo del Estado, que implica aceptar que existen pueblos indígenas cuya presencia es anterior, y, además, aceptar que tal reconocimiento implica realizar cambios constitucionales en la actual institucionalidad política que permita proyectar una adecuada relación y convivencia” … “tal cambio de paradigma, requiere el compromiso y voluntad política de las autoridades”. Lamentablemente, a juzgar por la aprobación del primer trámite constitucional del proyecto que crea el “Consejo Nacional y los Consejos de Pueblos Indígenas”, no existe tal voluntad. Dicho proyecto busca pasar de una situación de invisivilización a otra de control estatal, los Consejos no tendrán ninguna facultad resolutiva y se limitarán a “opinar” o formular “observaciones” para que otros determinen la “Política Nacional Indígena”.
La solución pasa justamente, por lo contrario, pasa por menos Estado. El Estado debe limitarse a lo que no pueden hacer los indígenas por sí mismos. En Australia, por ejemplo, se limitaron a reconocer los horrores del pasado, a generar un plan de reconciliación nacional y promover el emprendimiento de los pueblos indígenas, en el entendido de que permitir un pleno desarrollo económico ofrece a los indígenas los recursos que necesitan para determinar su futuro.
Y es que este es el gran talón de Aquiles de todas las propuestas de autonomía hasta la fecha, es que casi todas buscan la autonomía mapuche en las faldas del Estado y hay que ser muy iluso para creer que quien te financia te va a soltar. Como dicen en el campo, no hay que poner la carreta delante de los bueyes, sin economía propia, nunca tendremos autonomía. (La Tercera)
[1]Prime Minister Kevin Rudd, MP – Apology to Australia’s Indigenous peoples. Disponible en: