España es de los países de Europa que mejor ha sabido aprovechar su capacidad para generar electricidad a partir de fuentes renovables. De hecho, desde 2008, ha multiplicado por dos su potencial eólico y por ocho su capacidad solar. No obstante, se genera un importante excedente que acaba por potenciar un desequilibrio importante entre la oferta y la demanda, especialmente en las horas de mayor producción solar.
El sector se aferra a las ideas de flexibilizar la red y electrificar la economía. La energía eólica se ha convertido en la primera fuente energética del país, incluso, por delante de la energía nuclear.
Y es que España, tras Suecia, es el país de la UE con mayor capacidad de renovables, motivada por la introducción de subsidios para la instalación, así como la eliminación de obstáculos regulatorios.
Pese a esta situación, el Gobierno dio a conocer el nuevo Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) con el que se marca como objetivo duplicar la capacidad instalada de energías renovables en 2030.
Una decisión cuanto menos controvertida, ya que en España existe un exceso de capacidad renovable que el sistema eléctrico no puede absorber. Solo hay que analizar los datos de 2023 para comprobar que se utilizó tan solo el 68,7% de la capacidad de producción fotovoltaica y el 59,6% de la eólica.
EXCESO DE PRODUCCIÓN
A pesar del aumento del PIB, el consumo de electricidad ha ido descendiendo paulatinamente durante los últimos años, llegando en 2023 a ser inferior a la de 2020 y la más baja desde 2003.
Es evidente que existe una desvinculación entre la demanda energética y la economía, especialmente como consecuencia de los altos precios en los años posteriores a la invasión de Ucrania. También existe una mayor eficiencia energética, pero a su vez un importante excedente.
De mantenerse los excedentes y, por ende, los desequilibrios entre la oferta y la demanda, los precios llegarían a bajar hasta cifras negativas, incluso. Es cierto que los precios muy bajos benefician a los consumidores, pero representan un grave problema para atraer a nuevos inversores a la industria. Se ve mermada la transición energética.
Pese a que la electrificación de la economía ayuda a solventar la dependencia del país por los combustibles fósiles, el Ejecutivo de Sánchez fija el objetivo de que el 34% de la economía dependa de la electricidad en 2030.
Y es que la electricidad puede ser concebida como el método más barato y competitivo de producir energía limpia, aunque es necesario renovar muchas instalaciones para aplicarla a sectores como los químicos y los metales.
El territorio nacional continúa a la cola de la lista de otros vecinos europeos en la instalación de bombas de calor y en el uso de coches eléctricos (que solo representan el 6% de los que circulan actualmente).
La generación real de energía solar fotovoltaica fue el pasado año del 68,7% de la capacidad teórica frente al 71,4% de 2018. En la eólica, fue del 59,6% frente al 60,9% de 2018. Por tanto, se deduce que la capacidad instalada crece más rápido que el ritmo de absorción del sistema (que gestiona Red Eléctrica).
Hay varias razones que explican la caída de la demanda, entre ellas, la crisis energética provocada por la invasión rusa de Ucrania en 2022. Esto provocó que empresas y hogares de toda Europa redujeran su uso por los altos precios.
PROPUESTA DEL GOBIERNO
En la energía solar han invertido unos 15.000 millones de euros, con los que la generación renovable ha pasado de suponer el 29% del total de potencia instalada en 2018 al 42% en la media de 2022. El nuevo plan de la ministra, Teresa Ribera, consiste en aumentar ese porcentaje hasta el 81% en 2030.
Ante el inesperado problema energético de producir demasiada electricidad con energías renovables, todo pasa por aumentar la capacidad de almacenamiento de energía, instalando baterías a gran escala.
Si estas baterías irrumpen tanto en la oferta como en la demanda energética, se aseguraría una importante flexibilidad que haría coincidir la generación y la demanda durante el día y la noche.
Otra posibilidad sería la de exportar energía renovable sobrante a países como Francia y al resto de Europa. El problema reside en que el resto de países quieren proteger sus productos nacionales y no quieren aumentar, por el momento, las conexiones comerciales con España.
El problema del excedente de electricidad con renovables es a escala europea. Sin ir más lejos, en Alemania, que no es un país excesivamente soleado, los precios mayoristas fueron negativos en 301 de las 8.760 horas comercializables del año pasado.
Las plantas de gas no funcionan continuamente y los costes se compensan aumentando los precios de la luz. Con la incorporación de baterías a gran escala se podría equilibrar la carga residual en toda Europa. (por Sergio Delgado, El Blog Salmón)