Durante la mesa redonda organizada por el Círculo de Personas y Organización de Icare sobre la reforma laboral, los ex ministros Juan Andrés Fontaine y René Cortázar emitieron algunos juicios recogidos por «El Mercurio». A ese respecto, quisiera hacer algunas precisiones.
La voluntad del Gobierno, efectivamente, es no dar pie atrás en el impulso al proyecto de modernización de las relaciones laborales, pero mantener la apertura al diálogo sobre la base de conservar su espíritu y sus objetivos sustantivos, que pasan por fortalecer los derechos colectivos de los trabajadores.
El señor Fontaine sostiene un punto de vista que representa un giro copernicano a la reforma planteada por el gobierno, lo que parece legítimo. Sin embargo, me surgen dos dudas: la primera es por qué no impulsaron esa reforma cuando gobernó el Presidente Piñera y él fue ministro. La segunda es que no sé si el señor Fontaine entiende la lógica de la democracia: la coalición que gana las elecciones gobierna siguiendo los lineamientos de su programa, y no el de la oposición, lo que no obsta para que dialogue con la minoría, como sistemáticamente lo ha hecho y seguirá haciéndolo el Ejecutivo en el debate parlamentario.
Por otro lado, Fontaine señala que el proyecto de ley llevará a un aumento de la conflictividad social y dañará el clima laboral. Se equivoca profundamente, pues lo que busca esta iniciativa es fomentar el diálogo y la colaboración en la empresa por medio de varios instrumentos -entre ellos, la ampliación de materias- y fortaleciendo los mecanismos de mediación. Además, hemos reiterado que, en lo que respecta al fomento del empleo, existen múltiples herramientas en aplicación que son parte de una agenda programática laboral más amplia.
Hay otro aspecto que quisiera destacar. A René Cortázar le correspondió llevar adelante una reforma laboral que se hizo de espalda a los trabajadores, básicamente por el excesivo énfasis en la gobernabilidad y el temor a una involución autoritaria que fueron propios de la transición. Hoy, sus amplias coincidencias con la derecha en la crítica a la reforma en curso no hacen sino mostrar ese mismo reflejo, la desconfianza hacia el mundo popular, que por cierto hoy ya no se justifica y devela que algunos actores como Cortázar cayeron en la trampa de hacer de la necesidad, virtud.
Dejémonos de excusas: Chile ya no resiste el bloqueo al pleno ejercicio de los derechos colectivos de los trabajadores bajo el perenne argumento de que existen otras prioridades. En definitiva, perfeccionar el proyecto sí. Desnaturalizarlo, en ningún caso. (El Mercurio)