Algunas sirven en los aposentos de los obispos o cardenales. Otras trabajan en las cocinas de las congregaciones de la Iglesia.
Algunas se levantan al amanecer para preparar el desayuno y no se acuestan hasta que la cena esté servida, la casa arreglada y la ropa lavada y planchada.
Ninguna tiene horario ni paga fija que, en caso de existir, pudiera considerarse digna y proporcional al servicio que brindan.
Pero es aún peor: no son reconocidas como pares, ni se les permite ejercer otros oficios para los que están capacitadas y se les ignora sus derechos.
Esa es la vida de muchas monjas que están sometidas a una vida de servidumbre, mayoritariamente al clero masculino de la iglesia Católica, según un artículo publicado este jueves en la revista mensual Donne, Chiesa,mondo (Mujeres, Iglesia, mundo) de L’Osservatore Romano, el diario oficial del Vaticano.
Su director, el profesor Giovanni Maria Vian, elogió el artículo y dijo a BBC Mundo que es una señal de que las cosas “sin duda, van a cambiar”.
EXCLUIDAS DE LA MESA
La periodista en temas religiosos Marie-Lucile Kubacki entrevistó para su artículo a varias religiosas que -usando seudónimos- denunciaron condiciones económicas y sociales injustas, así como las presiones psicológicas y espirituales que enfrentan.
Sor María, por ejemplo, revela que muy rara vez son invitadas a compartir en la mesa de comida.
“¿Cómo puede un clérigo querer que su hermana le sirva la comida y luego la mande sola a comer a la cocina?”, se pregunta.
Una religiosa que ocupa un alto cargo en la iglesia y asume el nombre de sor Paula señala que muchas de ellas no tienen contratos formales con los obispos, las escuelas, parroquias o congregaciones para las que trabajan, por lo que “le pagan poco o nada”.
Por su parte, la hermana Cecilia dice que “las monjas somos vistas como voluntarias que estamos dispuestas a atender cualquier pedido, lo que da lugar a abusos de poder“.
Marie-Lucile Kubacki escribe que un periodista que cubre el ámbito religioso en en Roma ha denominado a estas religiosas “monjas pizza”, por el trabajo indiferente que hacen.
DEUDA
En el caso de muchas que llegan del extranjero -de África, Asia y América Latina-,están pagando una deuda que tienen con la congregación religiosa a la que pertenecen.
En algunos de estos casos, se debe a que la institución cuidó de la madre enferma o porque facilitó que un hermano pudiera completar sus estudios superiores en Europa.
A menudo provienen de familias muy pobres, donde algunos padres las presionan para hacer el viaje al extranjero para desempeñar su labor.
Si alguna de estas mujeres no soportara las indignas condiciones laborales y fuera devuelta a casa, su familia no lo entendería y la tildarían de “caprichosa”.
Muchas entonces guardan silencio. Otras dicen tomar tranquilizantes para soportar la frustrante situación.
Sin embargo, escribe Kubacki, también están las que se manifiestan felices y no ven un problema.
CAMBIO DE MENTALIDAD
El director de L’Osservatore Romano, Giovanni Maria Vian, reconoció a BBC Mundo que “evidentemente, es una mentalidad machista” y que “tiene que cambiar”.
No obstante, señala que el artículo tiene muchos matices, apuntando a que las mismas monjas pertenecen a esta mentalidad de alguna manera.
“Algunas veces son las superioras de ellas quienes lo hacen. Es una situación a menudo incómoda para ellas y sobre la que el artículo ha puesto el foco”, expresó.
Eso lo destaca la periodista Kubacki al citar a la hermana María hablando sobre el presidente de una universidad que estaba muy impresionado con la capacidad intelectual de una monja que tenía un título en teología.
“Él quería que ella continuara sus estudios pero su madre superior se opuso”, cuenta sor María. “Frecuentemente, la razón que dan es que las hermanas no deben dejarse llevar por el orgullo“.
La situación se repite con otras monjas que son enviadas a una misión sin ninguna relación a su formación intelectual y sin que se les dé una explicación racional.
Un caso es el de una hermana con un doctorado que un día fue enviada a cocinar y lavar platos. Otro, el de una monja que había enseñado durante muchos años en Roma y, al cumplir 50 años, se le dio la tarea de abrir y cerrar la puerta de la parroquia.
«INTERCAMBIABLES»
Pero, más allá del tema del dinero y de las oportunidades perdidas, la mayor queja es la falta de reconocimiento de su aporte a la Iglesia y de su presencia en ella.
Las religiosas sienten que se hace mucho por valorar la vocación masculina, pero muy poco por la femenina.
“Detrás de todo esto, todavía y por desgracia, está la idea de que la mujer vale menos que el hombre. Sobre todo que el sacerdote lo es todo, mientras que la monja no es nada en la Iglesia”, dice la hermana Paula.
“Conocía a hermanas que habían servido durante 30 años en una institución de la iglesia y que cuando enfermaron, ningún sacerdote a los que sirvieron fue a verlas”.
Señala que es como una cadena sin fin en la que una congregación pone a disposición a una monja que ha sido pedida y que, cuando se enferma, es devuelta a la congregación que tienen otra lista para enviar. “Como si fueran intercambiables”.
SERVICIO VS SERVIDUMBRE
El profesor Vian resalta que la publicación del artículo con el aval de L’Osservatore Romano es una indicación de un espíritu constructivo y de cambio.
“La intención del Papa y nuestra es la de llegar a un cambio eficaz, y esto se puede hacer con un cambio de mentalidad más que con denuncias que son llamativas, pero que después se quedan en eso”, expresó.
Es una mentalidad a la cual el Papa ha aludido muchas veces, explicó el director del diario. La última vez fue en la introducción de un libro que será publicado pronto bajo el título “10 cosas que el papa Francisco dice a las mujeres”.
“Ahí mismo subraya que el servicio no debe ser confundido con la servidumbre. Ese es un tema muy suyo, un tema papal”, añadió.
“Muchos hombres y mujeres quieren que cambie, y eso va a cambiar, por que hay una voluntad y una corriente que está llevando a eso”. (BBC Mundo)