¿Será la primavera?

¿Será la primavera?

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La pandemia sigue copando las preocupaciones de las personas, así como el espacio de los noticiarios y de la prensa; pero el virus ya no es un caballo desbocado, y escapamos por fin de la macabra disputa por quién cuenta mejor el número de muertos y el déficit de camas. La probabilidad de un rebrote es alta, como lo vemos a diario en otros países, pero prevalece la confianza en que estamos mejor preparados para hacer frente al peligro, tanto en lo personal como en lo colectivo.

La economía ha sufrido un apagón sin precedentes, del cual tomará tiempo recuperarse, pero las señales indican que lo peor ya pasó y que brotan signos de recuperación. La reducción de ingresos y el desempleo son fantasmas que rondan en todos los hogares, superando otras fuentes de malestar como la desigualdad, pero la cruel amenaza del hambre parece haberse contenido. La eficacia del Estado para poner en ejecución los planes de ayuda deja mucho que desear, pero son millones los compatriotas que se han sentido aliviados con su respaldo. La relación gobierno-oposición en el Congreso no es un jardín de rosas, pero lo pactado se ha traducido en proyectos que han salido adelante, con las concesiones que siempre exige la democracia.

La inquietud por una repetición del estallido social de octubre sigue viva, pero la atención se comienza a desplazar al exigente ciclo electoral que el país tiene por delante. Aún hay quienes claman por que se haga abortar el plebiscito, pero las encuestas muestran que la mayoría de la población está interesada en participar, y las corrientes a favor del Apruebo y Rechazo se despliegan para ganar su adhesión. Por su formato, el mismo será polarizador, pero desde el momento en que importantes líderes de la derecha y parte significativa del Gobierno se pronuncian por el Apruebo, el referéndum ya no tendrá el efecto desgarrador que desde ambos extremos algunos imaginaban o esperaban: de ahí que el foco de muchos actores ya no esté tanto en sus resultados como en lo que viene después, la elección de constituyentes.

El proceso en curso abrirá un período formal de debate y negociación sobre las formas de distribución y ejercicio del poder, pero la visión que anticipa que esto conducirá a una parálisis catastrófica va siendo sustituida por miradas que subrayan la oportunidad que este ejercicio representa para “re-establecer un nuevo equilibrio político, económico y social” y construir “un país distinto al de ayer”, como ha señalado el manifiesto recientemente hecho público por un destacado grupo de empresarias y empresarios.

Cuando se trate de elegir a los constituyentes en abril próximo, no se sabe si la ciudadanía se inclinará a favor de figuras que desean instrumentalizar este proceso para crear las condiciones de una revolución o bloquear cualquier cambio, o bien por figuras dispuestas a componer un nuevo pacto o equilibrio; pero lo cierto es que cuanto más voluntades se decidan a participar en el proceso con buena fe, energía y optimismo, más probable es que prevalezca el deseo de las grandes mayorías, que está por encontrar un sendero que reúna al país, no que lo fracture.

Comparando con unos meses atrás brotan signos de esperanza. ¿Será acaso el hecho de sentir el atrevido despunte de la primavera? Quizás sea esto; o tal vez la íntima ilusión que suscita tomar parte en la vida colectiva a través de los cauces clásicos de la democracia. Si este fuera el caso se estaría confirmando una vieja regla: que el uso de un lápiz para marcar preferencias en un voto que se deposita en la urna reúne siempre más voluntades —y voluntades más moderadas— que verse forzado a hacerlo a través de encuestas, redes sociales, gritos, piedras, gases y amenazas. (El Mercurio)

Eugenio Tironi

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