Claro que se están agilizando en el Gobierno. Están nerviosos. Pero no con la agenda de seguridad que se enlenteció súbitamente, después de comprometer su urgencia tras la conmoción que provocó el asesinato de tres carabineros el 27 de abril. Tampoco con los problemas graves en educación que continúan sin solución, como la falta de cupos para alumnos en escuelas de calidad, los colegios traspasados a los SLEP o la brecha de aprendizajes post pandemia que el ministerio aborda marginalmente. Menos lo desvela el lento tranco de la economía. El Presidente Boric cree que la mayor paralización de la construcción de la que se tenga registro se arregla con bancos menos “coñetes”. O que el Gobierno no tiene nada que ver con el anuncio del mayor fabricante de baterías del mundo de suspender la construcción de la planta de cátodos de litio por 300 millones de dólares, acusando BYD una lentitud producto de que “la estrategia Nacional del litio no tiene ninguna acción concreta, sólo planes y ha pasado un año”.
Menos convoca al Ejecutivo la toma violenta del puerto de Coronel, que arroja pérdidas por 300 millones de dólares a importadores y exportadores de productos chilenos. Sólo después de 51 días de paro resolvió alguna intervención frente a la demanda de la empresa de “asegurar el orden público”. Hasta el jueves pasado, la autoridad había respondido que se trataba de un problema entre privados y que si quería la fuerza pública para terminar con los violentistas que le impiden operar, la solicitara a los tribunales, a pesar de que los accesos al puerto “siguen obstruidos desde la vía pública”, acusa la empresa.
No, nada de eso parece inquietar al gobierno. Lo que desvela a La Moneda no son los problemas de los chilenos para estudiar, trabajar y producir, sino que “la tercera cuenta pública y quizás la última en que podamos poner metas dentro de nuestro Gobierno”, como dijo el Mandatario. Pero la ocasión no es para seguir haciendo promesas, sino que para rendir lo obrado y está claro que no tiene mucho que mostrar. Repetir en la tercera cuenta las cantinelas del sueldo mínimo en 500 mil pesos, las 40 horas, el Fonasa gratuito o la aprobación del royalty minero, ya no rima. Ni hablar de seguir prometiendo rebajar las listas de espera en salud mientras éstas se disparan y en el Sótero del Río se borran 250 mil en un día, o de volver a un plan de viviendas extraordinario cuando se le llueven las de emergencia en Valparaíso.
Y al Presidente le gusta hacer poesía en esta ocasión solemne, la cual recitó por 3 horas y 36 minutos media el año pasado. Y La Moneda enfrenta con pavor el trance, más cuando se ha agitado el descontento en su barra brava del PC y del Frente Amplio, porque Boric no se atrevió a aprovechar la oportunidad de borrar las isapres, temiendo una crisis sanitaria, y porque en lo simbólico se ha distanciado hasta del mayor símbolo del octubrismo: el «perro matapacos».
Este Gobierno cree que puede cambiar la gestión por estrategia comunicacional para tapar los déficits bautizando al gabinete de pro seguridad y/o pro crecimiento. Pero son comunicacionalmente tan obvios en La Moneda, que rescataron la principal promesa de su campaña a la barra brava que los elevó al poder, condonar el CAE. La otra, indulto para los “presos políticos”, está cumplida. Da lo mismo que la oferta que volvieron a plantear esta semana, a modo de titular nada más, siga promoviendo la morosidad. El “poeta” vuelve a un símbolo de los suyos cuando platas no hay y menos los 11 mil millones de dólares que cuesta terminar con ese crédito. Es que el Ministro de Hacienda habría convencido de hacer algo gradual que su par de Educación está aterrizando en un nuevo financiamiento de la educación superior que tendrá tres ejes: auto contenido, progresivo y justo. Es decir, un nuevo manotazo a los sectores medios que pagan su educación con esfuerzo para que sean ellos, una vez titulados, quienes financien con otro impuesto a la gran masa que estudia gratuitamente o con CAE.
Se anuncia que el Presidente retomará otra promesa simbólica que reiteró en la cuenta pasada, la de reparar la deuda histórica de los profesores, que, en 2023, al igual que con el CAE, condicionó a aprobar la reforma tributaria. Por supuesto que la quimera la aterrizará en septiembre, justo antes de las elecciones de alcaldes y gobernadores, cuando podrá endilgar a la oposición el costo del rechazo de un imposible.
Este es el juego que le acomoda a los estrategas comunicacionales de la presidencia y que es lo mismo que persigue con la repentina idea de ponerle suma urgencia, 15 días, a la reforma previsional, contraviniendo el timing acordado hace una semana por Hacienda y Trabajo con el Senado. Posiblemente se ilusionan con que los senadores les rechacen el proyecto, como lo hizo antes la Cámara, para en el discurso del 1 de junio traspasar la responsabilidad del fracaso a una oposición “obstruccionista” que no quiere mejorar las pensiones.
Sólo una cosa puede ser peor que no tener nada que mostrar: seguir engañando con lo que sabemos no se obtendrá tampoco. (El Líbero)
Pilar Molina