En 2012 un 8 por ciento de los adolescentes quinceañeros estaban de acuerdo con que se sentían solos en el colegio o el liceo. En 2022 esa proporción había subido a un 26 por ciento. Ese año 2012 un 14 por ciento estaba en desacuerdo con que podía hacer amigos fácilmente en el colegio.
Sin embargo, en 2022 el desacuerdo había subido a un 35 por ciento. En el caso de las quinceañeras esa proporción subió de un 16 a un 42 por ciento.
Estos resultados provienen de las respuestas anónimas que los propios jóvenes entregan mientras rinden la Prueba PISA. Estos no son fenómenos que se le puedan atribuir a la pandemia, sin perjuicio de que en el margen puede haberlos impactado, porque ya estaban presentes en 2018.
La encuesta PISA indaga en otras cuatro dimensiones similares relacionadas con la experiencia escolar: sentirse fuera de lugar, apreciado por compañeros, incómodo y que pertenece al colegio o liceo. En todas ellas, las variaciones son grandes y en la misma dirección. También, estaban presentes antes de la pandemia.
Utilizando estos seis indicadores, Twenge y colaboradores (2021) construyen un indicador de soledad elevada en estudiantes de 15 años que rindieron la prueba PISA.
En el caso de nuestro país la proporción de adolescentes en esa categoría habría subido de 13,6 por ciento a 31 por ciento entre 2012 y 2018. Replicando su metodología, con algunas adaptaciones, se puede estimar que en 2022 un 34,3 por ciento de los alumnos chilenos estaba en esta condición. Este fenómeno es relativamente extendido en el mundo.
Así, en el período 2012 y 2018 para el promedio de los países que participaron en esta prueba el indicador de soledad elevada subió un 80 por ciento. Claro que, para Chile, como se desprende de los guarismos anteriores, fue un 128 por ciento. Una realidad similar en tantas naciones es muy posible que tenga raíces comunes.
El estudio mencionado muestra que la soledad en los colegios era más elevada mientras más estudiantes tenían acceso a un teléfono inteligente y mayor era el número de horas de uso de internet durante la semana.
El estudio controló por otras variables que pudiesen afectar este resultado para evitar una relación espuria. Por cierto, este tipo de estudios no demuestra causalidad, pero es claro que la soledad de los escolares de 15 años aumentó con la penetración de ambos cambios tecnológicos.
Al mismo tiempo, los autores muestran que la soledad en el colegio está correlacionada con afecto negativo, afecto positivo (inversamente) y satisfacción con la vida (también inversamente).
Estas realidades constituyen un llamado a la cautela, más cuando diversos estudios experimentales muestran resultados mixtos en aprendizajes de adopciones tecnológicas en la sala de clases.
Esta constatación no es incompatible con otros estudios que sugieren que la penetración de estas tecnologías no afecta la salud mental o el bienestar psicológico de las personas (por ejemplo, Vuorre y Przybylski, 2023), porque estos, en general, son representativos de toda la población y el impacto seguramente es heterogéneo en cada grupo demográfico. Además, suelen tener escasos controles de otras variables que pueden afectar estas relaciones.
El desafío de los colegios y liceos en este contexto es enorme. Los desempeños educativos exhibidos por PISA muestran un estancamiento. Que entre 2018 y 2022 no hayan retrocedido, salvo en el quintil socioeconómico alto, podría interpretarse positivamente.
Sin embargo, el contraste con la experiencia promedio de la OCDE, que registró un deterioro significativo, deja un sabor amargo. En efecto, Chile fue el país de esta organización que más clases perdió y, por tanto, la conclusión más probable es que una parte importante de colegios y liceos no está agregando mucho valor a sus estudiantes.
Ahora si en el logro de aprendizajes emergen debilidades marcadas, cabe imaginar que ellas son mucho mayores a propósito del bienestar emocional de los jóvenes.
Muchos colegios particulares pagados, como evidencia el debate que ha ocurrido en estas páginas, están tomando acciones en este ámbito. Posiblemente cometan errores en los inicios, pero más temprano que tarde van a lograr un equilibrio razonable entre control y uso de la tecnología.
Ahora, la evolución de otros planteles es un misterio. Los sistemas de apoyo a colegios y liceos subvencionados son débiles. La Agencia de Calidad de la Educación no ha sido suficientemente fortalecida para asegurar los apoyos en aprendizaje, menos en estas dimensiones emergentes.
El Registro de Entidades de Asistencia Técnica Educativa no ha tenido el dinamismo y evaluación deseados y, por lo tanto, es difícil saber el apoyo efectivo que brindan a los distintos establecimientos educativos. Construir buenos sistemas de apoyo es un enorme desafío para el sistema escolar.
Harald Beyer