La Presidenta Michelle Bachelet anunció cambios en su gabinete. Salen el vocero Marcelo Díaz, Ximena Rincón, en Trabajo, y Natalia Riffo, en Deportes. Se presume que ellos, al menos los dos primeros, serán candidatos en las próximas elecciones parlamentarias. Llegan en su reemplazo Paula Narváez, hasta ahora jefa de Gabinete de la Presidenta; Alejandra Krauss, ex ministra y militante de la Democracia Cristiana, y el ex atleta Pablo Squella.
Un político de su coalición me confidenció hace unos días que, en su opinión, si la Presidenta no se viera forzada por los miembros de su gabinete que debían renunciar, para cumplir con la ley que les exige dejar los cargos públicos un año antes de las elecciones, no haría cambios en su equipo de ministros. En esa ocasión estuve de acuerdo con él y su diagnóstico. Para la Presidenta, todo parece ir bien y pese a lo que dicen las encuestas, los resultados de las elecciones y la evidente inoperancia de su equipo político, que se ha traducido en sucesivos tropiezos de sus iniciativas legales y políticas, ella no estima necesario hacer cambios para mejorar la gestión de su gobierno. En el caso de su equipo político, donde se percibe el déficit más evidente, se refugia en su propio círculo, al nombrar como ministra secretaria general de Gobierno a su jefa de Gabinete, en una decisión que raya en el solipsismo.
Los grandes perjudicados de este cambio de gabinete son los partidos de la Nueva Mayoría. En la coalición gobernante cunde la desunión y el desconcierto. Han aflorado diferencias importantes entre los partidos en temas de fondo. No encuentran en el gabinete el liderazgo necesario para conducir al conglomerado en tiempos difíciles; la próxima contienda presidencial, que no aparece favorable para ellos, los tiene enfrascados en reyertas internas entre diversas facciones y grupos que apoyan ya sea a Lagos o a Guillier o a ninguno de ellos como próximo candidato presidencial. La agenda gubernamental no está clara. No sabemos qué va a pasar con el proceso constituyente, con el sistema de pensiones, con la inconclusa reforma a la educación, tanto en el ámbito escolar como en el universitario. Solo sabemos que todas estas iniciativas, con la posible excepción de la reforma al sistema de pensiones, en que ya no está Ximena Rincón, seguirán siendo conducidas por el mismo equipo que hasta ahora las ha manejado con evidentes desaciertos.
Puede que esto no sea tan malo para el país. Excepto en el caso de la educación, donde todas las reformas están inconclusas y, por lo tanto, la labor del Gobierno y las iniciativas legislativas son necesarias para el simple funcionamiento de escuelas, institutos y universidades, que educan a millones de niños y jóvenes; quizás lo que Chile necesita es una pausa en el frenético ritmo de reformas mal concebidas y pésimamente ejecutadas a las que nos tiene sometidos este gobierno. Es decir, que en su último año se transforme en un «gobierno de administración», donde el ministro de Hacienda imponga un cierto orden, los políticos de diversos partidos bajen su ansiedad y expectativas, y la ciudadanía pueda acceder a un mínimo y razonable funcionamiento de servicios públicos e instituciones. Que se dé, en definitiva, mayor valor a la sensatez.
Este escenario requiere, no obstante, una variación en el discurso de la Presidenta. Que baje las expectativas y renuncie, aunque sea en el tono, a las pretensiones fundacionales de su gobierno. Que se convenza de que, a fin de cuentas, no es tan malo para ella y para el país que esto termine razonablemente.
Pero el solipsismo presidencial atenta contra esta solución.
Hay, no obstante, alguna esperanza de que este final más sereno del actual gobierno se dé de todas maneras y contra la voluntad de la Presidenta. El aliado de esta posibilidad es el ministro del Interior.
Y no es que Mario Fernández vaya a convencerse de las bondades de esta solución. Es simplemente que puede que su banalidad y completa incapacidad para dirigir el equipo político terminen siendo funcionales a este gobierno más reposado y menos activo que necesitamos en este período. (El Mercurio)