Taxis en La Habana-Gerardo Jofré

Taxis en La Habana-Gerardo Jofré

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Tomo con dos nietos un taxi en La Habana manejado por un ingeniero, porque de taxista gana más que de ingeniero. Nos comenta que él ya tiene tres taxis. Sin embargo, dice, en Cuba nunca es bueno llamar la atención. Por esa razón, él tiene solo un taxi a su nombre, y los otros a nombre de su mamá y de su hermana.

Nos explica el negocio de taxista en Cuba. Hay dos posibilidades: Una es arrendarle un taxi al Gobierno, y la otra es ser propietario de un taxi. Pero son muy caros y viejos, de modo que no es fácil llegar a ser dueño del taxi. “El auto importado más malo, cuesta en Cuba 35.000 dólares ($ 24.500.000)” -nos dice. Además, en caso de comprar uno, hay que justificar de dónde se obtuvo la plata, lo que no es fácil por lo elevada de la suma.

Nadie con su sueldo puede justificar tal compra. En caso de arrendar el auto al Gobierno, hay que pagar dos sumas fijas al mes: el arriendo del taxi, que cuesta distinto según la zona, pero anda por los 1.000 CUC, que equivalen a unos 1.000 Euros ($ 775.000), por mes. Además, al igual que el taxista propietario, tiene que pagar un impuesto fijo de 800 Euros ($ 620.000) al mes.

Para la bencina, el Gobierno los obliga a comprar una cuota en las gasolineras estatales. Una vez que cumplen esa cuota de compra de gasolina, el resto lo compran en el mercado no oficial, donde es más barata.

El auto estatal, tienen que llevarlo a reparar a los talleres estatales. El costo es por cuenta del taxista. Si no logran repararlo ahí, el taxista lo puede reparar por su cuenta, lo que es más barato. Además, tiene que llevarlo cada cierto tiempo a revisión al taller estatal.

Los choferes de taxis estatales no reciben sueldo alguno, puesto que le arriendan el taxi al Estado. Los privados, obviamente tampoco. Los taxistas que tomamos, se quejaban de que les costaba mucho ganar dinero con tantas cortapisas del Estado, sobre todo, que había que conseguir la plata para cubrir los dos grandes costos fijos -arriendo del auto e impuesto fijo, que hay que pagarlo sí o sí, se gane o no dinero-, para empezar recién ahí a pensar en ganar algo, pero pese a todas las dificultades, comparado con lo que ganan la mayoría de los cubanos, los taxistas se encuentran entre las actividades más exitosas de la Isla.

Por eso nuestro ingeniero taxista prefiere ser taxista. Los taxis en Cuba son malos, pocos y caros. Son casi todos autos viejos y contaminantes. Cuando son autos americanos de la época prerevolucionaria, tienen gran encanto. Son modelos clásicos de las décadas de los 40 y 50, pintados de llamativos colores, muchos descapotables, aunque casi todos tienen cambiado el motor por prosaicos motores de segunda mano. Estos son los autos en que todos queremos andar cuando viajamos a Cuba, y que embellecen sus calles y paisaje urbano.

Pero, ¡ay! la mayoría de las veces nos vemos obligados a tomar un innoble auto viejo soviético que, les aseguro, de romántico no tiene nada. Tal era el caso del auto del ingeniero taxista de esta historia. Pero él sostenía, mientras nosotros respirábamos aire más limpio con las narices hacia las ventanillas abiertas, que este auto era mucho más fácil de reparar que los hermosos autos originalmente americanos, pero ahora ya completamente desvirtuados por los muchos años de reparaciones a la cubana.

Tal vez los autos soviéticos pudieron ser mantenidos con repuestos soviéticos, sin entrar en inventos criollos. Al llegar a destino, mi señora y cuatro nietas se bajan encantadas de un glamoroso Chevrolet 51 descapotable pintado color de rosa. Los tres hombres las contemplamos envidiosos.

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