No sé qué molesta más. La apatía de Enel o la foto de Lavín en el Hotel Ritz donde alojó a algunas familias afectadas por el corte de luz. Que la empresa eléctrica no estuvo a la altura, es un hecho de la causa. Lo reconocen ellos mismos. Pero, que hay mucho aprovechamiento político de todo esto, también es cierto.
Enel tiene razón al decir que ninguna empresa puede estar preparada para un evento que sucede cada 50 años. Pedirle aquello sería irracional. Pero también es claro que el tiempo de reacción superó todos los límites. Para qué hablar de su nula estrategia de contención de la situación. Porque la nevazón estaba súper anunciada. Se dice que los daños que provocaron la caída de árboles fueron superiores a los del terremoto del 2010, pero la diferencia es fundamental: ese fue un evento inesperado. El de ahora, por el contrario, era esperado, por lo que hubo tiempo para prepararse mejor. No hay excusas para ello. Y Enel pagará la cuenta de aquello, en términos de imagen y eventuales multas y demandas.
Pero dicho lo anterior, el tema de la luz no da para sacar muchas conclusiones más. Aquí lo que está en cuestión es la capacidad de una empresa para enfrentar crisis, que es importante, pero nada más. Y habrá que proceder al respecto. Por eso, está bien la indignación, pero todo debe tener una proporción.
En el caso del gobierno esto es claro. Dicen que toda empresa que entrega servicios básicos debe actuar con responsabilidad. Y tienen razón. Pero la cosa es que esa es una vara que parece que no corre para ellos. Por ejemplo, esta misma semana se informó que la lista de espera en los hospitales, por primera vez, se acerca a los dos millones de casos. Y nadie dice nada.
¿Qué es peor? ¿Estar una semana sin luz, o esperar 400 días para una operación? La comparación no pretende justificar a Enel, pero digamos las cosas como son: si nos queremos poner exigentes, seamos consecuentes. El gobierno tiene mucho tejado de vidrio para andar tirando piedras a granel.
También resulta curioso, por decir lo menos, que algunos temas escalen a nivel de escándalo público y otros no. Porque, en el caso de la salud, nadie dice nada. Y lo peor es que, a diferencia de la luz, que es un tema que hace crisis pocas veces, el de la salud es permanente. Siempre es así. Es como si siempre dos millones de personas estuvieran por más de un año sin luz. Y nunca se ha visto a un alcalde llevar a los enfermos a una clínica privada para solucionar el problema.
Algunos dicen que hay una diferencia fundamental. Que a las empresas privadas se les paga por entregar el servicio, mientras el Estado no cobra o subsidia, por ejemplo, la salud o la educación. Bueno, ese es otro error. Al Estado le pagan todos los chilenos mediante impuestos cada vez mayores. Nada es gratis. Ni siquiera la tan debatida gratuidad universitaria. Por algo se subieron lo impuestos para financiarla. Visto de esta manera, las exigencias deben ser las mismas para todos. Entonces, seamos duros con Enel, pero también con todos aquellos que prestan servicios, sean los privados o el Estado. Y veamos de paso quién está más al debe en todo esto. (La Tercera)
Andrés Benítez