La modificación en la ley de TVN ha traído comentarios, tanto por los importantes montos como por su coincidencia con un ciclo de malos resultados. Las numerosas intervenciones gubernamentales en los ‘70, pre y post 73, llevaron en los ‘90 a un consenso respecto de la actual televisión que ha cumplido con creces su mayoría de edad. Debemos reconocer que ha sido un modelo exitoso. TVN, además, ha sido un constante semillero de profesionales que surgían cuando algunos optaban por otras opciones atraídos por la competencia. Sus directorios pudieron siempre aportar con responsabilidad y altura de miras y, en algún momento que se produjo un quiebre, este fue correctamente solucionado. Los resultados de rating eran mayoritariamente positivos, generando hasta el 2013 casi siempre utilidades, las que, con excepciones como terremotos, eran reinvertidas.
Resulta válido que hoy los chilenos evalúen el modelo de televisión que se quiere a futuro. Vivimos un tiempo en que la gente está más informada y toma decisiones eligiendo qué quiere, dónde y cuándo. La tecnología, que cada día apreciamos en todas las actividades (un buen ejemplo es Uber), ha llevado en los últimos diez años a una gran caída en la participación publicitaria de la televisión abierta, disminuyendo del 43,9% a un 37,4 %. Por otro lado, ha habido un importante crecimiento en la inversión publicitaria en la televisión de pago y por sobre todo en la publicidad en medios on line, variando de 1,6% y 1,2%, respectivamente, al 6,6% y al 13,7% en la actualidad; en este último caso se proyecta llegar pronto al 25%. Esto coincide con los magros resultados económicos que en los dos últimos años alcanzaron una pérdida acumulada de aproximadamente $ 32.000 millones, incluyendo recuperos de impuestos, así como una disminución en las provisiones acumuladas afectando la liquidez. Estas cifras se producen por un incremento en los costos el 2014 de unos $ 12.000 millones, que no disminuyen sustancialmente en el 2015, lo que se agrava frente a una gran caída en los ingresos en ese año. Se están tomando medidas para adecuar el canal a la nueva realidad y deseamos que puedan superar con éxito estos temas de gestión, que no están relacionados con una discusión de futuro de la televisión pública y no puede ser de otra manera, pues se daría, entre otros temas, la paradoja de que los impuestos que paga la competencia irían directamente en su contra.
En términos sencillos, a la larga y a la corta por mucho que se creen buenos gobiernos corporativos el que paga termina poniendo la música, por lo que las decisiones a futuro tendrían que considerar las siguientes opciones principales:
1) Mantener el modelo actual de autofinanciamiento de la televisión pública; 2) Una televisión pagada tipo BBC; 3) Sólo financiamiento estatal; 4) O lo que ha pasado en las radios con el término de la radio Nacional, existiendo hoy un incremento de emisoras, siendo uno de los medios más prestigiosos.
La justificación de los importantes montos para la televisión digital no guarda relación con la información que se tiene de distintos especialistas. La televisión cultural tampoco merece mayores comentarios, puesto que estos recursos que siempre son bienvenidos, se podrían canalizar en forma más eficiente y justa a través del mecanismo que se ha seguido, es decir, vía el Consejo Nacional de Televisión mejorado. (La Tercera)
Mikel Uriarte