Sebastián Piñera considera que “por supuesto” va a llegar al final de su mandato, pese a la sostenida protesta social que ha atravesado Chile. Las correspondientes consignas callejeras y los hashtags en redes sociales virtuales (#PiñeraRenuncia) parecieron encontrar resonancia en los pasillos congresales, luego de que se especulara sobre una posible acusación constitucional contra el Mandatario. No resulta descabellado identificar razones para la propugnación de la destitución: desde contraproducentes declaraciones y medidas presidenciales hasta vulneraciones a los derechos humanos producidas por la represión estatal. Y aunque el malestar social continúa, la posibilidad de un recambio anticipado en La Moneda pierde fuerza. ¿Qué sostiene a Piñera a pesar de la crisis?
Si bien en América Latina las caídas presidenciales se precipitan luego de grandes movilizaciones, estas son necesarias pero insuficientes para determinar aquellas. La inédita movilización social en Chile no terminó con el Mandatario tomando un helicóptero hacia un refugio seguro o con una solicitud de asilo en alguna embajada de país amigo, como suele suceder en otros países del continente. Apenas imprimió un cambio de gabinete tres días después, sin alterar la composición ideológica respecto al anterior. El hecho de que la protesta social no esté conectada con ninguna fuerza política -especialmente con representación parlamentaria- genera un mediocre equilibrio de baja intensidad entre poderes. Tanto el Ejecutivo y el Legislativo son objeto del repudio popular. En ese sentido, la baja popularidad presidencial tampoco resulta suficiente para precipitar el recorte de mandato. Si bien el apoyo ciudadano al Presidente ha bajado a niveles históricos (13% de aprobación), ningún actor político ha capitalizado la oposición social.
Ya sea por convicción institucional o por temor a la incertidumbre, los reflejos de la clase política chilena -en comparación con la sus pares regionales- tienden a preservar el orden establecido. Las salidas que se prevén -incluso la más radical como una asamblea constituyente- son institucionales. Como se sabe, la movilización social no solo pasa por la demostración callejera, sino también por los cabildos comunitarios. Esto último abona la hipótesis de valores dominantes en la opinión pública a favor de proceder con cambios estructurales evitando modalidades más traumáticas. Por otro lado, no existen antecedentes de sucesión presidencial anticipada en el pasado reciente.
entras otros países deciden lanzarse a lo desconocido e incontrolable que implica una destitución presidencial -que se agudiza con la correspondiente fragilidad institucional-, Chile se resiste ante esta eventualidad. Así, Piñera mantiene la banda presidencial pero no por mérito propio, sino por los reflejos conservadores (respecto al statu quo) dominantes en las élites y por la ausencia de un liderazgo retador con legitimidad política y social propias. Al menos por ahora.
La Tercera