De joven Yvon Chouinard perseguía halcones y buscaba sus nidos. Esto lo llevó a escalar. Diseñaba y forjaba su propio equipo. Para financiar su pasión, decidió comenzar a vender sus productos. Su estilo y esos innovadores pitones que usó y vendió para seguir escalando, cambiaron este deporte. En esa época —a mediados de los locos 1960s— conoció a otro apasionado de la aventura, Douglas Tompkins. Con él conocería la Patagonia. Y también a Kristine McDivitt, una joven inquieta que era eximia esquiadora. Ella lo ayudaría a formar Patagonia.
En 1968, junto a Douglas Tompkins y tres amigos, parten en una van blanca desde California hasta Tierra del Fuego. De ese legendario viaje nace la película “Mountains of Storm”. En esa aventura aprovecharon de escalar el temido e imponente Monte Fitz Roy, abriendo una nueva ruta.
Tompkins era inquieto. Ni siquiera terminó el colegio. Prefirió esquiar y escalar. Fundó North Face y diseñó una innovadora carpa que sigue siendo imbatible. Si antiguamente las carpas descansaban sobre incómodos parantes y vientos que las hacían frágiles ante el mal tiempo, el domo inventado por Tompkins sigue acompañando a las expediciones.
La Patagonia permanecía en la retina de Yvon Chouinard. Seguramente habían pasado frío en el fin del mundo. Por eso comenzó a hacer ropa para esos climas patagónicos. La primera tienda abrió en 1973. Y el nombre para la nueva empresa fue “Patagonia”. Kristine McDivitt, esa joven esquiadora que ya había conocido, lo ayudó a formarla. Ella llegó a ser su máxima ejecutiva. Patagonia ha sido una empresa exitosa, con políticas muy innovadoras. Por ejemplo, ya en 1984 destinaban el 1% de las ventas a iniciativas de conservación.
A su regreso, Tompkins creó la empresa Esprit. Fue todo un éxito económico. Pero no era lo suyo. La Patagonia seguía rondando en sus sueños. Vendió Esprit y en 1991 hizo su primera compra de tierras en el sur de Chile. Poco a poco fue acumulando grandes extensiones. Su irrupción no fue fácil. Es cierto que su ecología profunda era tal vez demasiado profunda. Pero también estaba nuestra desconfianza endémica. Además, en esa época predominaba el angosto ethos de la maximización de la utilidad. Las sospechas contra “el gringo loco” y sus intenciones abundaban.
Kris McDivitt se retiró de Patagonia en 1993 y se casó con Douglas Tompkins, el amigo de Yvon Chouinard. Lo demás es historia. En 2015, hace más de ocho años, Tompkins murió haciendo lo que le gustaba. Y donde le gustaba. Junto a un grupo de amigos kayakeaban por el lago General Carrera. En esa aventura también lo acompañaba Yvon Chouinard. Pero el mal clima y las frías aguas le jugaron una mala pasada. Se durmió admirando ese majestuoso domo de la Patagonia.
El 2018 Kris Tompkins finalmente pudo donar al Estado de Chile todo lo que habían construido con esfuerzo y tenacidad en la Patagonia. Esos territorios prístinos ya suman unos 4,5 millones de hectáreas, un área más grande que Suiza. Ahora, siguiendo la cruzada de Kris Tompkins, hay que cuidarlos.
Por si fuera poco, el año pasado Ivon Chouinard junto a su esposa y dos hijos regalaron su empresa Patagonia para la conservación. Está avaluada en unos tres mil millones de dólares. En una carta titulada “Ahora la tierra es nuestro único accionista”, Ivon Chouinard comparte las razones. No sabía qué hacer y como no había buenas opciones, crearon la propia: “En vez de abrir la empresa se podría decir que la abrimos a un propósito. En vez de extraer valor de la naturaleza y transformarlo en riqueza para los inversionistas, usaremos la riqueza que crea Patagonia para proteger la fuente de toda la riqueza”. Por otra ruta alcanzó la misma cumbre que su amigo Doug.
Hoy se lanza en Chile el documental “Wild life”, que narra algo de esta historia. Es el virtuoso cruce de tres personas y su relación con el oikos que no solo es el hogar, sino también la naturaleza. (El Mercurio)
Leonidas Montes