Vladimir Putin decidió desplegar el gigantesco y aterrador poderío militar de Rusia, solo comparable al de Estados Unidos, para invadir Ucrania, antes el segundo mayor Estado de la ex Unión Soviética, independiente desde 1991.
El 90% de los ucranianos ratificó la declaración de la independencia de Ucrania. Su soberanía estuvo amagada durante décadas por la Unión Soviética. Bajo Stalin fue víctima del Holodomor, “exterminación por hambre”, genocidio de millones de ucranianos, según Putin, “una tragedia por colectivización”.
Algunos pretenden justificar la invasión decretada por Putin. Invocan la histórica estrecha interdependencia de Ucrania y Rusia y la protección de las poblaciones rusoparlantes en los territorios de Donetsk y Lugansk, conocidos en conjunto como Donbás, ocupados en parte por prorrusos, rebeldes del control ucraniano. Agregan, como otra justificación, los riesgos para la seguridad de Rusia por la expansión de la OTAN, con el interés de Ucrania de incorporarse a ese pacto militar, al cual pertenecen Estados Unidos, Europa Occidental y más de diez estados bálticos y de Europa del Este.
Tales argumentos ignoran los principios superiores de la autonomía de los países para asociarse con otros Estados y el compromiso adquirido por Rusia al suscribir la Carta de Naciones Unidas, obligada a abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia de cualquier Estado.
Putin, por ahora, triunfa: logró debilitar mortalmente a Ucrania, alteró sus fronteras y desarticuló el funcionamiento del sistema de seguridad europeo. Occidente fue incapaz, impotente de detenerlo y se comprobó el fracaso del multilateralismo y de Naciones Unidas para solucionar pacíficamente conflictos que involucran a potencias mundiales.
La gran pregunta después de la invasión a Ucrania es hasta dónde llegará Putin y qué lo detendría en su propósito de recuperar el control de países independizados de la Rusia Soviética. Es posible que no le baste con Donbás y derribar el gobierno democrático de Ucrania.
El futuro de la expansión de la esfera de influencia de Rusia dependerá de los costos del aislamiento y de la efectividad de las sanciones económicas que se impongan al régimen de Moscú. A la contención también podría contribuir la heroica resistencia ucraniana, el daño a la imagen de Rusia y la oposición interna por la invasión. La inescrutable reacción de China y su compromiso con la integridad territorial podría ser un factor clave de contención.
Mientras Putin permanezca en el poder seguirá siendo no negociable la independencia y el control ruso de Ucrania. (El Mercurio)
Hernán Felipe Errázuriz