Entramos en modo “Teletón”. Millones contribuyen a esa noble causa. No hay chileno que no haga un esfuerzo. Cuotas de curso, vacas en las oficinas, niños juntando vueltos, Don Francisco recorriendo Chile, toda la farándula movilizada, con un objetivo común: llegar a la meta, que el año pasado fue de 37 mil millones de pesos. Evelyn Matthei para graficar el costo que tendría condonar el CAE, dijo que equivalía a un gasto de 250 Teletones (o una Teletón al año desde 1774). Esa unidad de medida conecta mejor con la gente que entiende lo que cuesta reunir 1 Teletón. Un esfuerzo de millones de personas a lo largo de un año por una buena obra.
Por eso hay que revisar el gasto fiscal utilizando como medida de la Teletón. Esta semana se anunció que Chile no creció (IMACEC 0%). Mientras no ajustemos el tamaño del Estado seguiremos empantanados, porque para financiarlo hay que subir impuestos o endeudarse. Eso crea un círculo vicioso en que el Estado gasta lo que los privados podrían invertir y sin inversión no hay crecimiento. La próxima elección va a ser sobre la clase media, a esa que les quitan los patines a sus hijos; los hacen esperar para una cirugía, le ningunean sus preferencias, le cobran IVA por sus casas, que vive asustada por los delincuentes y que quiere oportunidades, pero el Estado las ahoga y abusa de ella con servicios malos mientras los políticos despilfarran recursos.
En las empresas cuando el mercado cambia y sus servicios devienen obsoletos, se reestructura y moderniza. En el Estado nada de eso ocurre, porque es un monopolio donde funcionarios y políticos administran la plata de Moya. El Gobierno propone financiar TVN, cuyo modelo de negocio está en vía de extinción. TVN, perdió solo el primer semestre 1/3 de una Teletón. Todavía existe Prochile. En el mundo privado se hubiera refundido con la Subrei (ex Direcon), formando un solo brazo de nuestra política internacional comercial. Entre ambas hoy se gastan una Teletón al año (40 mil millones de los cuales 30 mil millones es en remuneraciones). Solo el INDAP se gasta al año en personal una Teletón y media (55 mil millones).
Mientras en el sector privado nos ajustamos el cinturón, los políticos cada vez nos suben más los impuestos y el Estado ve crecer su plantilla de funcionarios y crea más ministerios y regiones. La sola creación de la región del Ñuble (región XVI) que nació de una división de la VIII casi duplicó el presupuesto y sumó una Teletón al gasto fiscal.
Solo en pensiones de gracia —que, incluye a héroes, pero también octubristas a los cuales se las dio el presidente Boric— suman casi 3 Teletones al año (98 mil millones). Organizaciones que solo se dedican a la política como la defensoría de la niñez, cuyo presupuesto y funciones debiera asignarse a Mejor Niñez, iba a costar 1.800 millones, y terminó costando 5.100. Entre Cochilco (6.500 millones), el Injuv (9.400 millones) y el INDH (15.200 millones) entidades cuyas tareas debieran realizar los ministerios de minería, desarrollo social y justicia respectivamente, nos gastamos 1 Teletón al año. Y no voy a hablar del lío de las fundaciones donde los amigues del gobierno se adjudicaron entre media y una Teletón, sin justificar en que la gastaron distinto que el activismo y la lencería.
En licencias médicas falsas, gastamos 12 teletones al año. Los funcionarios públicos se fueron al chancho, con 33 días de licencia médica de promedio anual. ¿Qué les pasa que viven enfermos? Y qué decir de la evasión del Transantiago o de la morosidad del CAE. Piense que solo Monsalve manejaba gastos reservados por 530 millones de pesos al año. Este despilfarro desprestigia la política e irrita al ciudadano. Quien tiene el diagnóstico clarito es Trump, —cuya conexión con la clase media es innegable— quien nombrará a Elon Musk para que desregule, corte burocracia y les facilite la vida a las personas (y eso que EE.UU. tiene 15 ministerios y Chile 23). Es hora que hagamos lo mismo. Los servicios públicos en Chile son malos, caros y abusivos. Chile no es un país chico ni pobre, es un país rico mal administrado, y donde unos muchos están viviendo a costa de unos pocos que trabajan, pagan sus impuestos y están indignados. (El Mercurio)
Gerardo Varela