El alivio por el anuncio de nuevos aranceles no pone fin a la incertidumbre sobre las tarifas para exportar a Estados Unidos. Trump cambia constantemente sus reglas. Tampoco sirve de consuelo que las exportaciones chilenas sean gravadas solo con el 10%; cualquier otro de los 90 países afectos al mismo porcentaje puede llegar a acuerdos con el gobierno de Trump y dejarnos en desventaja. Argentina, por ejemplo, podría aprovechar el acceso y acogida de Milei con Trump y hacerle llegar concesiones atractivas. Trump siempre pide algo a cambio, sensible a la adulación. Un artículo en el Financial Times sostiene que es más peligroso cuando se siente atacado y es conocido por humillar a sus contradictores. Lo sufrió Zelenski en la Casa Blanca ante millones de espectadores.
Queda la esperanza de que las negociaciones sean a nivel técnico y que el rechazo y daños causados por la disparatada política comercial de Trump lo obliguen a volver a facilitar el libre comercio. Y hay motivos para ello. Los perjuicios causados a los mercados bursátiles son significativos. El S&P llegó a lo más bajo desde febrero del 2020. El impacto inflacionario de los nuevos aranceles está fuera de discusión. El repudio a la medida es generalizado, aumenta las tensiones incluso en su propio partido. Esta semana, el Senado norteamericano aprobó una resolución en contra de la política comercial de Trump, patrocinada por Mitch McConnell, antes líder de los senadores republicanos, y otros senadores de su partido. Diversas encuestas registran que la popularidad de Trump y la de su equipo van en picada. Prácticamente todos los expertos insisten en que los argumentos para las tasas arancelarias carecen de lógica y son engañosos. Salvo el mandatario y unos pocos que estiman que la “guerra comercial es hermosa” y los “aranceles son fantásticos y bellos”.
¿Qué hacer? Las críticas reiteradas del Presidente Boric a Trump y a Milei, que podría ayudarnos, desaconsejan su visible participación en las negociaciones. Se requiere de un equipo negociador experimentado, coordinado desde la Cancillería, con técnicos reconocidos, de primer nivel, sin temor de contratar los mejores especialistas en negociaciones con el gobierno de Estados Unidos, capaces de llegar al más alto nivel. Ayudaría la llegada y apoyo del embajador designado por Trump para Chile; es cercano al Presidente.
No hay que desesperar. Trump es una anomalía transitoria y cabe recordar que décadas atrás, al inicio de nuestra apertura al comercio internacional, los exportadores nacionales, apoyados por el gobierno de entonces, ampliaron y diversificaron su oferta, y superaron aranceles externos más elevados que los de Trump. (El Mercurio)
Hernán Felipe Errázuriz