Un cuento vicioso-Tomás Sánchez

Un cuento vicioso-Tomás Sánchez

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Regreso a vivir a Chile y todos me dicen que no lo haga. Que la situación está complicada. Aquí no se puede. Este país no tiene por dónde. La mirada es profundamente negativa sin espacio para dos lecturas.

¿Estamos peor que hace cinco años? En varios indicadores sí. ¿Y en comparación con hace diez años atrás? No. A pesar de lo retrocedido, hoy Chile tiene un mejor ingreso per cápita, mejor esperanza de vida, menor porcentaje de la población bajo la línea de la pobreza y menor índice de Gini que durante la mitad del primer gobierno del Presidente Sebastián Piñera (datos Banco Mundial).

Se dice que los datos superan las narrativas, y quizás eso aplica en una discusión formal, pero no siempre en la realidad. Los humanos tenemos la sorprendente habilidad de hacer realidad lo que creemos. Construimos majestuosas catedrales y organizaciones religiosas basadas en dioses sustentados en la fe, y cuando el mercado desconfía de la capacidad de un país para cumplir sus compromisos financieros, sus bonos son vendidos, nadie quiere prestarle fondos, y entre todos se crea una realidad que antes no existía. Habían proyecciones y asidero para una hipótesis, sin duda, más no evidencia científica para determinar que esa especulación era inevitable. El golpe final lo atesta el relato.

No estamos locos, el cuento que nos contamos en Chile tiene su origen. Un estallido social que no se encauzó en algo concreto, dos procesos constituyentes fallidos, un desempeño económico mediocre, un autoinfligido desangre de ahorros previsionales y una crisis de seguridad sin precedentes. Sin embargo, no podemos manejar mirando el retrovisor. Estamos casi de colistas en la clasificatorias al Mundial después de haber ganado dos copas América, pero vale recordar que estábamos en un lugar similar el 2005 y sin trofeos en la estantería.

Dicen que la adversidad forja el carácter, y a ratos hace madurar. A mi modo de ver, es parte de lo que ha sufrido no solo Chile, sino que también sectores del gobierno. Uno que llegó a la Moneda buscando refundar carabineros, con sus representantes votando a favor de los retiros previsionales y desestimando el rol de la economía. Con un discurso anti extractivista que no respondía cómo reemplazar el 10% del PIB de la industria minera o el empleo que genera la salmonicultura en Puerto Montt. Un discurso vacío que no presentaba un modelo de desarrollo concreto ni viable.

Así, puede que estemos en presencia de brotes verdes. Queda camino por recorrer sin duda, pero me parece un punto de inflexión positivo que el gobierno haga propia la agenda de seguridad que alguna vez fue del presidente Piñera. También es positivo su giro hacía un control fronterizo severo y abordar el tema de la migración con el rigor que merece, y no con un voluntarismo adolescente. Por último, el énfasis discursivo en favor de la economía ahora es necesario que se acompañe por más que solo palabras.

Por delante el desafío no es fácil, pero no lo es ningún partido con una selección profesional. Cifras de desempleo atenuadas por una creciente informalidad es un lastre estructural difícil de remediar. Es urgente una legislación más simple y flexible, no una con negociación ramal. Acá el gobierno necesita el último baño de realidad y entender que es kafkiano un país que no permite despedir a alguien por hacer mal, o derechamente no hacer su trabajo. ¿Queremos mayor protección social? Encontremos la forma, pero no le pongamos la soga al cuello a las Pymes.

Los casos de corrupción son otro golpe que refuerza el pesimismo nacional. Despilfarro de recursos públicos y tráfico de influencias que nos cuenta de un sistema judicial parcial. Casos que nos recordaron que no somos tan pulcros como nos gustaba pensarnos. De todas formas, reconocer el problema es el primer paso para salir adelante. Cómo decía Cantinflas: “Estamos peor, pero estamos mejor. Porque antes estábamos bien, pero era mentira. No como ahora que estamos mal, pero es verdad”.

De una u otra forma, estos últimos años han sido un balde de agua fría. Uno que recordó que no hay mejor o más democracia cuando se presentan alternativas radicales y populistas –como revindicarían algunos ideólogos– sino que cuando se converge a las alternativas fundadas en el rigor y la evidencia. Es irracional descartar la construcción de conocimiento sobre décadas y siglos de experiencia, más allá que esas soluciones deben venir acompañadas de un relato adecuado.

No solo de pan vive la humanidad, y por lo mismo, necesitamos entrelazar ideas con emociones, programas de gobierno con sueños de país. Necesitamos salir de este cuento negativo; un espiral descendente que solo no llevará en llenar de mala onda cada rincón de interacción social. Un relato por lo demás infundado: Chile no es excepcional en sus dificultades políticas. Europa no tiene ángeles dirigiendo sus instituciones ni votando por ellas. En todos lados se cuecen habas.

Entonces, ¿Qué cuento nos queremos contar?

Es nuestra decisión ver el vacío medio lleno o medio vacío. Solo nosotros podemos discutir y entrenar para jugar mejor mañana. Es nuestra la opción de ahuyentar talento o atraerlo, enforcarnos en los problemas o en las soluciones, votar por demagogos o por políticos responsables, y por último, la de construir un relato virtuoso.

Sólo depende de nosotros creer que el futuro será mejor, o no. (Ex Antes)

Tomás Sánchez