El rasgo más nítido de la elección del próximo domingo es su franco rechazo a los ideales liberales o al menos su indiferencia frente a ellos.
Por eso no es exagerado llamarla una elección iliberal.
Basta un vistazo a las candidaturas más competitivas para advertirlo.
El caso de José Antonio Kast es obvio. Su énfasis en el orden lo lleva a minusvalorar los derechos humanos, que, con frecuencia, le parecen meros pretextos para eludir los deberes recíprocos que impone la convivencia o simples coartadas para que el desorden florezca. En cuestiones donde los principios liberales brindan un amplio reconocimiento —diversidad de vidas familiares, igualdad de trato con prescindencia de la orientación sexual, derecho pleno de las minorías—, él postula que hay formas de vida específicas que deben ser promovidas y, desde el punto de vista legal, preferidas a otras. Algunas de sus iniciativas —el retiro de Chile de organismos internacionales, el cambio del Ministerio de la Mujer, eventuales indultos a condenados por violaciones a derechos humanos, etcétera— reflejan de manera flagrante ese punto de vista.
Gabriel Boric, por su parte, si bien ha manifestado una clara adhesión a los derechos fundamentales, posee una concepción de la vida social que, al enfatizar en demasía lo colectivo, acaba minusvalorando la autonomía individual. Como ha ocurrido muchas veces en la historia, en él el fuego de la justicia amenaza con deteriorar el valor de la individualidad. Él parece creer que la comunidad —el esfuerzo solidario— puede remediar todos los males sin advertir que puede causar otros, a veces peores que los que persigue remediar. El problema de este punto de vista —que más que punto de vista es una sensibilidad— es que no se condice con el tipo de sociabilidad que Chile ha llegado a poseer: alta individuación, tendencia al consumo, expansión del ideal meritocrático. Todos estos rasgos son los propios de una sociedad abierta que los principios liberales reconocen. También hay en Boric una concepción de la política que se aleja del modus vivendi liberal. Él ve en el diálogo liberal una neutralización de la política, una forma solapada de mantener el statu quo. En fin, su énfasis en una política identitaria —su discurso apela a las más diversas identidades— transforma la ciudadanía en una suma de particularidades.
El caso de Yasna Provoste es aún más obvio. Ella, por inspiración ideológica —la democratacristiana—, posee un fuerte énfasis comunitarista que, puesto al día, se traduce en un rechazo al tipo de modernización que Chile ha emprendido y que, paradójicamente, ella misma ayudó a construir hasta que el momento traumático de su vida política (la acusación constitucional y la sanción que se le aplicó) la llevó a creer que ese esfuerzo de colaboración reformista fue un error. Hay pocos casos que muestren con mayor obviedad de qué forma el maltrato personal (la acusación que alguna vez la dañó) puede alimentar una actitud política.
Sichel, por su parte, no ha mostrado ninguna clara orientación ideológica. Él ha mostrado una actitud puramente reactiva y una tendencia a la riña conceptual más que a la disposición a exponer ideas globales que entusiasmen e inspiren su propuesta.
Sobra decir que Artés y ME-O son abiertamente iliberales, y que Parisi es simplemente un frívolo o un pícaro. Hay además algo que hace a todos ellos parecerse como tres gotas de agua: ninguno tiene posibilidades en esta elección.
Por supuesto, una cultura política iliberal siempre ha existido en Chile (es cosa de recordar la dictadura y sus ideólogos, el marxismo que inspiró a la izquierda, la ideología de la Decé). Lo dramático del momento es que esos puntos de vista aún orienten la lucha política a pesar de treinta años de reformismo y la aparición indesmentible (alta individuación, diversidad de formas de vida, secularización) de las bases sociales de una cultura liberal.
Es la distancia entre la cultura que la modernización ha producido —autonomía e individuación— y esas ideas que hoy inspiran el debate presidencial lo que alarma.
Y lo que alimenta la incertidumbre acerca de su resultado. (El Mercurio)
Carlos Peña