Un esfuerzo compartido- María Isabel Vial

Un esfuerzo compartido- María Isabel Vial

Compartir

Es un hecho conocido que las leyes, los códigos y los reglamentos siempre van atrasados a los tiempos. La crisis de las pensiones no es una novedad ni un problema exclusivo de Chile ni de los países en desarrollo. Al contrario, se viene discutiendo desde inicios de la década de los 80, cuando los sistemas de reparto empezaron a colapsar y se hizo más evidente con la explosión demográfica. Sin ir muy lejos, en seis años más, la población de mayores de 60 años superará a la de los menores de 15 en nuestro país. Los estudios de la Casen nos muestran que en 1990 existían seis trabajadores por cada adulto mayor; hoy se han reducido a tres trabajadores por adulto. Más temprano que tarde, y sin darnos cuenta, la proporción llegará a uno a uno. Enfrentar y debatir con altura de miras esta realidad es prioritario.

Es sorprendente el hecho de que en Chile la cotización previsional de un 10% con cargo al trabajador se haya mantenido igual por 37 años, mientras que el promedio de la OCDE es de un 19%. El pilar solidario no se tocaba desde el año 2008 y nuestro Código Laboral se mantiene intacto. Si queremos un país sano, se hace necesario mirar la realidad de nuestros trabajadores, hablar de calidad de vida, de sus remuneraciones y la dignidad del trabajo.

La realidad de las pensiones está íntimamente ligada al mercado laboral y esta es la oportunidad para romper paradigmas, cambiar el eje de las conversaciones, buscar la colaboración y los acuerdos que el país requiere. Es imperativo generar conciencia de ahorro en los más de cinco millones de asalariados formales, ya que apenas un 40% ha cotizado más de veinte años. Por otro lado, resulta urgente que los independientes informales -que superan los 2,5 millones de chilenos- comiencen a cotizar. Por eso, el Gobierno anunció el proyecto que apunta a la obligatoriedad en la cotización, al aumento de los montos y a la educación paulatina y sistemática en los trabajadores informales que no cotizan.

La vida de las personas transcurre en el trabajo. Este espacio permite acceder a conocimientos, experiencia, redes, amigos e, incluso, familia. Este espacio es la antesala a la nueva etapa que enfrentamos cuando terminamos nuestra vida laboral. No puede ser un lugar que cierra horizontes. Por eso se hace imprescindible entregar las competencias y herramientas para agregar valor a la nueva vida que se inicia. Entre ellas, el valor del ahorro.

Tener un sistema de pensiones que garantice la calidad de vida, la plenitud y la felicidad de vivir la vida después del trabajo, depende de todos: de un Estado que piense en el largo plazo, que ponga en el centro de la reforma los principios de la seguridad social e invite a todos los actores involucrados al mejoramiento de este proyecto; de una empresa que prevea el alza en las contribuciones y pague sueldos justos, entendiendo que por más reformas que se realicen, si los sueldos son precarios y no reconocen el valor generado por sus trabajadores, es imposible cumplir con el propósito de este proyecto, y finalmente de trabajadores conscientes, que se preocupen de su futuro, que coticen y que exijan mecanismos de participación de mayor alcance en los que puedan decidir el destino de sus fondos. Desde la vereda del optimismo y de creer en Chile, si estos tres actores son capaces de compartir genuinamente un propósito colectivo, sin lugar a dudas este esfuerzo puede tener resultados significativos. (El Mercurio)

María Isabel Vial

Dejar una respuesta