La llegada de Rodrigo Valdés al Ministerio de Hacienda generó muchas expectativas. Al contrario de su antecesor, se trata de un hombre de mucho prestigio entre los economistas y el sector privado, al tiempo que se entiende que es una persona que, sin ser un “chicago boy”, valora y respeta la acción fundamental del mercado en el desempeño de los países. Con el paso de las semanas, sin embargo, las esperanzas sobre su actuar se están desdibujando. Más allá del discurso, Valdés no ha actuado como se esperaba. Y el fantasma de que estamos en presencia de un Arenas más sofisticado, pero igualmente apegado al programa de Gobierno, comienza a instalarse.
Hay que conceder que ha pasado poco tiempo y que es injusto evaluarlo todavía. Pero también es cierto que el tiempo corre en su contra. Primero, porque en política los primeros gestos son claves. Son los que fijan el carácter de un ministro. Segundo, porque la economía, como lo advirtió esta semana el presidente del Banco Central, no da signo alguno de recuperación. Por el contrario, se sigue deteriorando; tanto, que ahora se proyecta un crecimiento para el año incluso inferior, donde en su rango máximo supera apenas el 3%. Una cifra muy mala por donde se la mire.
Lo curioso es que frente a esto, en vez de aprovechar la oportunidad de desmarcarse, las respuestas de Valdés son muy similares a las que daba Arenas. Partiendo por la frase típica del ministro anterior, que siempre decía que las cifras no los dejan contentos y que ponen de manifiesto que todos debemos trabajar por el crecimiento. Pero eso no es todo. Utiliza, además, otra cita clásica de Arenas. “Esto no quiere decir que el país está retrocediendo; por el contrario, estamos creciendo a un ritmo menor del que esperábamos”. Ministro, por favor, hablemos en castellano. En Chile, crecer al 1,7% mensual, como fue en abril, es un retroceso. Pensar lo contrario es no entender nada.
Dicen que Valdés, al momento de aceptar el cargo, le aseguró a Bachelet que apoyaría su programa de reformas. Si es así, firmó su sentencia de muerte. Si fue una estrategia política, llegó el momento de que lo demuestre. De lo contrario no se entiende el cambio de gabinete. Y debe recordar que Arenas no salió del gobierno por boletas truchas como Peñailillo. Lo hizo simplemente porque hizo mal la pega. El camino que está siguiendo Valdés le asegura el mismo destino.
Si el ministro es tan preparado e inteligente como dicen que es, debe entender que el problema de Chile no se soluciona con frases para la galería. Lo que se necesita son acciones concretas profundas, muchas de la cuales pasan por doblarle la mano a la Presidenta. Como lo hizo Velasco en el primer gobierno de Bachelet, que tuvo la valentía de oponerse con fuerza a muchos instintos de la Mandataria y sus colaboradores.
Pues bien, llegó la hora de que el ministro muestre sus cartas. Es sus manos está ser un nuevo Arenas o un sucesor de Velasco. Si elige lo primero, fracasará. Si opta por lo segundo, hará una diferencia. Para eso, debe enfrentar con decisión a su jefa. Veremos si Valdés tiene el carácter y la convicción para hacerlo.