El fallo de las encuestas en la primera vuelta presidencial incorpora a Chile, junto con el Brexit, Colombia y las elecciones que le dieron el triunfo a Trump, en el conjunto de casos que vienen mostrando sus limitaciones. Se ha señalado que el problema sería la fórmula para identificar el votante probable. Al parecer, el asunto va más allá de correcciones técnicas. Beatriz Sánchez, candidata del Frente Amplio, las ha acusado de imposibilitar su paso a la segunda vuelta. Y es que el problema está, como ha planteado en este mismo espacio Eugenio Guzmán, “en las expectativas que se generan a partir de la reputación que se les asigna”. Por ello, cabe preguntarse ¿en qué minuto llegaron las encuestas a tener tanto poder? Si bien se trata un fenómeno mundial, su ascenso específico en Chile corre paralelo al deterioro de la investigación en las universidades, al declive relativo de la labor de los centros de pensamiento, al cometido poco ambicioso asignado al INE, a la crítica a una tecnocracia que derivó en el auge de la G-90 y a la duda que el cálculo de la pobreza sembró en las estadísticas oficiales. Su influencia es solo comparable al protagonismo que se le asigna a los informes del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), convertido en la atalaya desde la que se monitorean los cambios de la sociedad chilena.
Ello nos remite a la pregunta por la información como sustento de las decisiones políticas. Las sucesivas oleadas de modernización del Estado no han brindado, a este punto, su necesaria atención. En el reciente informe del Centro de Estudios Públicos (CEP) titulado “Un Estado para la ciudadanía” se aborda parcialmente el tema. Junto con la propuesta de crear una Dirección de Gobierno Digital y Tratamiento de la Información, se presentan los desafíos de la gobernanza de datos desde uno de sus aspectos: mejorar la gestión de la información al interior del Estado. Como contrapartida, una experiencia a mirar, aunque más volcada hacia afuera, es la del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), de España. Autónomo, aunque dependiente del Ministerio de la Presidencia y para las Administraciones Territoriales, su fin es el estudio científico de las sociedad española. Desde 2009, difunde gratuitamente los archivos de microdatos de sus encuestas, habiendo realizado unas 2.200 hasta la fecha.
Mientras tanto, desde el Frente Amplio se afirma que su avance representaría a un nuevo Chile, al de unas capas medias distintas (”hijos de la modernización” les llaman ahora) que, más que individuación extrema, exigirían algunas garantías. Cuando ganó Piñera en 2010, se dijo que esas mismas clases medias, recogidas en la figura de “Andrea, la vendedora de isapre”, anhelarían igualdad de oportunidades más que de resultados. ¿Cómo cambios tan radicales en menos de una década? (La Tercera)
María de los Ángeles Fernández