Un poco de cordura-Pilar Molina

Un poco de cordura-Pilar Molina

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Hace tanto rato jugamos en la cancha de las ideas de izquierda que hasta la derecha patea goles a ese arco y cree que son logros propios. Haber escuchado a Eduardo Frei en Icare es un retorno a la cordura, esa que pareció perderse definitivamente desde el segundo gobierno de Bachelet. Cómo creer hoy que quien fue Presidente de este país y representó a los socialistas se atreve a hablar de la mediocridad del actual crecimiento económico y osa asegurar que es posible hacerlo al 5, 6 o 7 por ciento, como ocurría antes, mientras hoy nos peleamos entre décimas y el Gobierno aplaude 2 décimas anuales de expansión como un logro.

El militante DC, partido que hoy vota con el PC y el Frente Amplio, encaró a los defensores de la mediocridad asegurando que, con esas tasas de desarrollo, “el ingreso fiscal era inmenso” y no había que hacer reformas tributarias “ni nada de esas cosas” en que se ha hecho experto este gobierno para recaudar incluso de las piedras con el slogan que repite una y otra vez Gabriel Boric, que los ricos deben pagar más. Suponemos que hasta que no quede ningún rico, como lo practican las fracasadas naciones socialistas.

El ex Mandatario se atreve hablar de concesiones, de usurpaciones gigantes que desocuparán “el día del níspero”, frente a una administración que busca cualquier pretexto para no hacerlo, en la mirada “solidaria” a las tomas. Puso el foco en el manto de inseguridad que nos encierra en nuestras casas, después que nuestros gobernantes toleraron y propiciaron el desorden y el delito; de la burocracia que paraliza las inversiones, justo cuando una nueva versión del Comité de Ministros, desoyendo el fallo judicial (del Tribunal Ambiental de Antofagasta) volvió a rechazar el proyecto de Dominga, con 12 años de tramitación, tal como prometió Boric que lo haría en su discurso de asunción (“¡No a Dominga!”)

Frei criticó la Ley Lafkenche que tiene paralizadas las inversiones en salmones. Parece fuera de tono el reproche en un país que aprobó esa ley, que se ha traducido en 4 millones de hectáreas de bordes costeros reclamados por pueblos originarios que impiden renovar las concesiones e invertir. Ha habido cero disposición, en cuatro años, a resolver el tema. Un comentario casi políticamente incorrecto para esta administración, cuyos funcionarios celebran que las exportaciones de salmones caigan (1,4% en 2024) y ahora sean los embarques de fruta los que ocupen el segundo lugar tras el cobre.

La voz de Frei no rima con nuestros activistas ambientales en el Gobierno y en Greenpeace, cuyo director Matías Asún, declaró sin vergüenza en la Cámara, que sus 56 mil donantes le garantizan judicializar para “agregar unos 2 mil días a cualquier proceso de evaluación ambiental” que destruya el medio ambiente.

Para ellos, todo lo destruye, porque son los naranjillos, o los pingüinos, restos indígenas que nadie quiere preservar después, o las tapitas de Coca-Cola. Para los mismos, pasar de 3,6 mil millones de dólares en exportaciones en 1984 a 100 mil millones el año pasado no es una tarea gigantesca del país, sino que mero extractivismo, deterioro del medio ambiente y neoliberalismo puro. Y por eso, también miran con agrado que el sector forestal siga contrayéndose gracias a los incendios, las usurpaciones, los atentados y los robos de madera, mientras la industria nacional buscar florecer en mercados más amigables con la inversión como son Brasil y Estados Unidos.

Y para continuar con el sentido común (nada de común hoy) expresado por el ex Mandatario en Icare, también opinó que, sin modificar el sistema político, no hay más inversión. Pero Boric ya renunció a hacer esa reforma, porque incomoda a su barra brava de partidos pymes y él prefiere atribuir la falta de inversión en Chile al “pesimismo ideológico” de los empresarios.

El tamiz ideológico le impide al Mandatario hacerse cargo de la realidad y prefiere no tener reforma de pensiones a renunciar a introducir un pilar de reparto que se apropie de una parte de los 6 mil millones de dólares anuales que significan 6 puntos adicionales de cotización y destruir las AFP, para cumplir así con su slogan de la calle y de campaña: “No más AFP”.

Aunque no haya nada racional tras su objetivo de subir las pensiones actuales a costa de quienes tendrán peores jubilaciones, y a pesar de ello y de sus giros de agresividad un día y disposición a acuerdos al siguiente, la derecha se enreda cuando es emplazada a ser solidaria. Como si fuera moral apropiarse de una parte del sueldo de los trabajadores formales (teniendo casi un 30% sin contrato) que ya pagan impuestos como el IVA, contribuciones, permisos de circulación y un largo etcétera. Lo patético no son los argumentos que se compra la oposición, sino que la ausencia de los mismos para coincidir con el oficialismo en la solidaridad que deben pagar los pobres (los ricos no se imponen) y permitir el reinicio de un sistema que en Chile y el mundo se modificó tras su fracaso.

Escuchando a Eduardo Frei, resulta evidente que el sentido común es definitivamente un bien escaso en política hoy. (El Líbero)

Pilar Molina