Sí, desde el lado humano, es entendible. Cualquiera se sentiría así. Aunque reconozca que la actuación de su hijo fue al menos imprudente y la de su nuera más que eso -por algo está formalizada-, el sentimiento natural es proteger a su familia. El punto es que ella no es sólo madre; es la Presidenta. Y como tal, aunque sea duro, debe actuar en consecuencia. Debe ser capaz de separar su dolorosa situación personal, de su responsabilidad como Jefe de Estado. Da la impresión que Bachelet no ha sido capaz de ello.
Cuando recién explotó el caso Caval, era entendible su angustia. Fueron meses muy duros, donde incluso se especuló sobre su renuncia. Pero la cosa fue pasando y con el tiempo pareció ir recuperando el talante. Se la vio más tranquila, recuperó su sonrisa, y bueno, todo parecía quedar atrás. Ahora, sabemos que no era así. La herida sigue abierta, como lo demuestra su airada acción de los últimos días. La Presidenta está literalmente tomada por el tema. No hay día en que no se refiera a ello, incluso cuando estuvo de gira en Francia. Nada más parece importarle.
Esto no es menor. Es cierto que el caso Caval ha sido lapidario para su imagen política, pero de ahí a que aquello explique el que cerca del 80% de la población no la apoye, hay un trecho muy largo. Hay que decirlo claro: Caval es el menor problema que enfrenta Chile y es algo que le importa poco o nada a la mayoría de la gente. Por eso, tener a la Presidenta atrapada en este tema, es muy dañino. Un país que ve como su economía se desploma, donde sus reformas tienen cada día menos apoyo y donde la acción del gobierno es criticada en casi todos los frentes –la delincuencia, la salud, el transporte-, no necesita una presidenta distraída en otro tema, por importante que sea para ella.
Esta semana, Bachelet y su gobierno volvieron a sus mínimos históricos de aprobación. Todo esto, antes del último affaire Caval. Claro, ella dice que tiene derecho a defenderse de esto último. Tiene razón. Pero, para la ciudadanía, lo que verdaderamente debe defender es su acción como presidenta. Embarcar al país en una pelea personal, no tiene sentido. Y la cosa no tiene buena cara. La querella criminal que presentó la tendrá ocupada por quién sabe cuánto tiempo. Ella misma se ató al tema. Para la historia quedará cómo sus ministros y asesores dejaron que esto sucediera.
Andrés Benítez
Fuente: Edición Original La Tercera
Fotografía: La Tercera