Venezuela 2025

Venezuela 2025

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Contra viento y marea, Nicolás Maduro quiere iniciar un nuevo mandato presidencial. “El 2025 será una fiesta de la democracia”, dice. A pesar de que bien pocos reconocen su fraudulenta victoria, ni siquiera los latinoamericanos más “progres”: Gustavo Petro, Claudia Sheinbaum o Lula da Silva. Ninguno va a ir a la inauguración. Maduro seguro se acompañará de otros dictadores, como Miguel Díaz-Canel, Daniel Ortega y su mujer y algunos personeros rusos, iraníes, chinos y, quizás, hasta un enviado de Turquía. Rodeado de aliados, se sentirá legitimado y capaz de enfrentar los “planes del imperialismo para destruir la revolución bolivariana”. Qué pasará después, es una incógnita.

Las mejores intenciones de Edmundo González y María Corina Machado chocarán con una barrera infranqueable, la represión. Devolverles la democracia a los venezolanos parece hoy un sueño abortado por una pesadilla: la “perfecta unión cívico-militar-policial” de la que se jacta Maduro para mantenerse en el poder. Esto es la imposición de un sistema abusivo —monitoreado por agentes de seguridad cubanos, con las fuerzas armadas y las policías controladas por sus leales—, que no da espacio ni a la disidencia ni a la oposición, con un Estado que maneja el petróleo y con ello la economía, los bolsillos y estómagos de la población. O, más bien, de esa parte de la población que se ha quedado, porque unos siete millones ya huyeron al exterior.

¿Qué esperanzas pueden tener los venezolanos? Las democracias occidentales han mostrado que, aparte de unas “condenas firmes”, sanciones a funcionarios y declaraciones de buen tono, es bien poco lo que hacen. Negociar con el chavismo es un ejercicio absurdo e inconducente, porque Maduro miente, engaña, aplaza y, al final, hace lo que le conviene. El acuerdo de Barbados resultó un fiasco y terminó en otro fraude electoral. La Fiscalía Penal Internacional investiga los crímenes de lesa humanidad de la dictadura, pero avanza a pasos de pulga, como lo denunció Claudio Grossman.

Este año, los ojos estarán puestos en Washington. La administración saliente “reafirma el compromiso de apoyar la voluntad del pueblo venezolano, manifestada en las urnas, de una restauración pacífica de la democracia”. O sea, Biden no hace nada, le deja la decisión a Donald Trump, a ver si tiene alguna idea nueva. Del republicano es dudoso lo que se pueda esperar. En diversas oportunidades, por cortos lapsos, permitió a Chevron seguir operando en Venezuela, a pesar de las sanciones a la industria del petróleo, una ambigüedad política característica del magnate cuando de negociar con dictaduras se trata. El temor a una invasión o algo parecido está siempre en Maduro, pero no parece sino una paranoia personal o una propaganda necesaria para enfervorizar a sus bases.

Mientras tanto, la dictadura avanza, persigue, reprime, prepara elecciones regionales y otra reforma constitucional para crear un “nuevo modelo de democracia, más directa, participativa y popular”, controlada desde Miraflores, por supuesto. Como le gustaría a Chávez. (El Mercurio)

Tamara Avetikian