¿Y si fueras tú?

¿Y si fueras tú?

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Te levantas temprano, sales de tu casa, apenas alcanzas a despedirte de tus hijos para enfrentar una larga jornada que tiene hora de inicio, pero no de término. Y la plata no te alcanza.

A fin de año podrían informarte que te irás destinado a 600 kilómetros de tu familia, sin derecho a pataleo, teniendo que reorganizar toda tu vida. Y la plata no te alcanza.

Sales a un procedimiento rezando, porque si te enfrentas cara a cara a un delincuente, tu vida corre peligro. Pero sucede, debes usar tu arma de servicio y lo dudas por medio segundo; disparar y apuntar, para irte de sumario, para ser tratado de asesino, o errar y recibir el balazo ojalá en tu pecho, porque al menos usas chaleco antibala. Claro que si el tirador es más experimentado podría apuntarte a la cabeza y hasta ahí llegó tu impecable carrera, ahí quedó tu familia. Y la plata no te alcanza.

Llevas 17 años de carrera y te cuidas de no cometer ningún error, porque el poder político está encima de ti, esperando que te equivoques, para apuntarte sin esperar investigación alguna y que pierdas toda tu carrera por irte antes de cumplir los 20 años, sin jubilación, sin nada. Y la plata no te alcanza.

O pasaste cuatro años en un juicio que, al final, te declaró inocente de todos los cargos, aunque en esos cuatro años te trataron de asesino y torturador. Y la plata no te alcanza.

Esta es la realidad de nuestros carabineros.

Hace pocos días, supimos del caso del sargento 2° Rodrigo Puga, fallecido tras recibir un impacto de bala en las afueras del Teatro Caupolicán, presumiblemente por parte de otro funcionario, con quien desarrollaba labores de seguridad privada durante una fiesta en dicho centro de eventos.

La muerte del sargento Puga (38 años, casado, dos hijos) ocurrió cerca de las 4 de la mañana; su turno ese domingo comenzaba a las 8 am. ¿Qué hace un carabinero pituteando a esa hora cuando tiene que ir a trabajar poco rato después?

Seguramente, esa fue la pregunta que muchos se hicieron cuando se confirmó que ambos efectivos estaban allí como guardias privados, pese a que la propia ley lo prohíbe.

La respuesta es sencilla: la plata no alcanza. Los bajos sueldos de los carabineros impactan no sólo en el bienestar de los propios uniformados, sino también en su capacidad para desempeñar sus funciones de manera efectiva y, por ende, en la seguridad pública del país.

Ese carabinero que sale a la calle todos los días gana un sueldo considerablemente bajo en comparación con otras profesiones que requieren un nivel similar de riesgo y responsabilidad. De hecho, los sueldos de base, especialmente en los primeros años de servicio, apenas alcanzan para cubrir las necesidades básicas de una familia: $791.266 si es un recién egresado; $982.633, si es un cabo segundo, y $1.193.075, si se trata de un cabo primero. En el caso de un sargento segundo -el rango que tenía Puga- el sueldo es de $1.599.383.

¿Considera alguien que, dada la complejidad de la labor que realizan, esos sueldos son altos?

¿Y si fueras tú el que pone en riesgo su vida todos los días? ¿Y si fueras tú el que, en cada temporal, terremoto o incendio tiene que dejar su casa para poner todo de sí por ayudar a personas que ni siquiera conoces? ¿Y si fueras tú el que es agredido o insultado sólo por vestir un uniforme?

Un carabinero que no tiene aseguradas sus necesidades básicas difícilmente podrá estar completamente enfocado en su labor. Es por eso que se lo hemos pedido reiteradamente al gobierno: es urgente una revisión integral de las políticas salariales y laborales de Carabineros, no sólo considerando el aumento de sueldos, sino también la implementación de medidas que se ajusten a sus condiciones de vida e incluyan programas de apoyo psicológico.

Es imperioso que nuestras autoridades comprendan que, frente a la severa crisis de seguridad que atravesamos, una parte fundamental para enfrentarla de manera adecuada es el bienestar de quienes tienen la responsabilidad de proteger a la ciudadanía, respetar y valorar su trabajo, dejando los slogans del octubrismo en el pasado, para construir un mejor futuro para todos. (El Líbero)

José Carlos Meza