“Yo le creo”: feminismo estridente y espurio

“Yo le creo”: feminismo estridente y espurio

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El 17 de octubre de 2024, La Segunda informó que el Ministerio Público investigaba una denuncia presentada el 14 de octubre contra el subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, por el delito de violación. Ese mismo día, y no antes, él anunció su renuncia en La Moneda.

Entre el 15 y el 17 de octubre, el Gobierno mantuvo esta denuncia en secreto, sin exigir a Monsalve que renunciara. Luego de su publicación y sus consecuencias, el Gobierno proclamó la presunción de inocencia.

Pero el 24 de octubre Boric expresó su respaldo a la denunciante, y declaró: “Nuestro deber es creerle. Yo le creo. Y es deber de la justicia, sin presión alguna, determinar de manera imparcial la culpabilidad o no del acusado”.

Ese mismo día, las integrantes del colectivo feminista LasTesis, se refirieron a los casos Monsalve y Valdivia, en relación con una versión extendida de su performance Un violador en tu camino, en que, entre otras consignas, acusan al Estado “opresor” de ser “un macho violador”.

Desde el trono de su marginalidad y de su pretendida perspectiva de Dios, miran “con horror” el actual panorama en Chile y el mundo, enfocándose en el caso de la francesa Gisèle Pelicot, víctima de violación masiva, estableciendo así un referente incuestionable.

Al parecer, los casos de Monsalve y Valdivia, “hijos sanos del patriarcado”, les resultan más bien indiferentes, debido a su figuración pública y su estatus social. Si éste es el caso, sus víctimas son irrelevantes.

Tal vez, por un resentimiento de clase, tendiente a la nivelación, que se sostiene sobre consignas ideológicas fáciles de asimilar, enfocadas en “el patriarcado”. O porque la víctima de Monsalve era una funcionaria del Estado y de este Gobierno, a los que desprecian.

¿Qué esperarían ellas que hiciese la justicia, en estos casos? Si “el Estado opresor es un macho violador”, y el Poder Judicial es parte constitutiva del Estado, ¿quién debiera impartir justicia en Chile?

El 6 de septiembre, Boric fue denunciado por una mujer, a quien conoció en 2013, cuando realizaba su práctica profesional en la Corporación de Asistencia Judicial de Punta Arenas. Según uno de sus abogados, Jonatan Valenzuela, él es la víctima, ya que ha sido hostigado sistemáticamente por la denunciante, mediante correos electrónicos, incluido uno que contenía imágenes de ella desnuda.

La ministra Camila Vallejo informó que el comité político de los ministros fue avisado acerca de esta situación el 14 de octubre. Al día siguiente, Boric se enteró de la denuncia contra Monsalve. ¿Existirá alguna oscura relación entre ambas causas, basada en el cálculo político?

El 27 de noviembre, la Fiscalía confirmó que Boric está siendo investigado en calidad de imputado, por “difusión indebida de imágenes íntimas”.

Nuevamente, han surgido dudas acerca de las motivaciones del Gobierno para exponer públicamente este caso ahora, y no antes. Por un lado, existe la sospecha de una posible instrumentalización de los medios para presionar al Ministerio Público. Por otro, la Fiscalía Regional de Magallanes inició una investigación penal por acceso “ilegal o indebido” a los antecedentes de la denuncia contra Boric.

Ahora bien, la expresión “Yo le creo” implica que la víctima, por el hecho de ser mujer, conoce y declara necesariamente la verdad acerca de sí misma, en cualesquiera circunstancias. Y, asimismo, que otros son capaces de reconocer esa verdad clara y distinta siempre, en tanto autoevidencia incuestionable que se presenta sin fisura ante quien adhiere a dicha creencia con una rígida convicción.

Pero, por esta vía, dicha fórmula deviene una especie de coerción que eclipsa tanto el pensamiento como la conciencia ante la víctima, considerada un ídolo. Peor aún: contraviene el deber de la justicia invocado por Boric.

Esa renuncia a la capacidad de pensar es propia del victimismo como ideología, presente en el feminismo actual: un patrón inamovible aplicado forzadamente a la realidad, en función de los intereses que aquélla representa.

Respecto del Gobierno, Max Colodro presenta el problema que deriva de tal vacío del pensamiento con precisión: “El oficialismo descubre la importancia del debido proceso y de la presunción de inocencia cuando hay personeros de izquierda procesados por delitos de connotación sexual. No lo hicieron nunca antes”.

Por el contrario, cuando una denuncia, querella o demanda es presentada, se impone la exigencia y la necesidad de investigar rigurosamente, a fin de comprobar la verdad de las aseveraciones acerca de los hechos, sus indicios o su reconstrucción, en lugar de dar por sentada una verdad sin demostrarla, con independencia de cuál sea su procedencia (la víctima, el victimario, los testigos o los peritos).

Pero tal esfuerzo trasciende las capacidades técnicas. Además, exige un sentido moral y una capacidad de discernimiento, cuyo fundamento sea una profundidad espiritual abocada a la búsqueda de la verdad.

Con el intrincado devenir de la maraña que abarca el Caso Monsalve y la denuncia contra Boric, ha quedado en entredicho la fórmula “Yo te creo”, uno de los pilares de su Gobierno “feminista”.

Su veleidad reaparece, a través de actitudes contrapuestas, coincidentes en el tiempo. En el primero caso, proclamación de su apoyo incondicional, sólo de palabra, a la víctima. En el segundo, proclamación del propio Boric como víctima, por sus abogados. Una demostración más del doble estándar de este Gobierno. Y un paso más en su autodestrucción indolente: ahora, respecto del pretendido sello feminista de su gestión.

Los delitos sexuales parecieran ir en aumento. O, tal vez, se exhiben sin pudor. Esa recurrencia, así como su sórdida exposición en el ámbito de las autoridades, son manifestaciones de descomposición de un orden, desde dentro.

La incontinencia sexual reinante no es una forma de liberación, sino de esclavitud e inconsciencia. Y es un índice más de disolución e incapacidad de autogobierno. (Ex Ante)

Lucy Oporto