Los distintos conflictos sociales y políticos que se generaron en la década de los 60 en nuestro país, produjeron un clima de polarización ideológica que penetró las diferentes esferas de nuestra sociedad. Dicho ambiente de demandas y enfrentamientos incluyó al mundo universitario a través del impulso de una reforma a la educación superior, que modificaba en forma importante el andamiaje y sentido de las universidades chilenas. Aquel proceso tuvo como protagonistas, entre otros, a distintos miembros que fueron parte de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica de Chile, lo cual implicó la proliferación de un campo político cargado de antagonismos dentro de esa casa de estudios que debe entenderse dentro del entorno macro político que se vivía por esos tiempos. En ese contexto, y con la intención de oponerse a la instrumentalización política de la Universidad y de los cuerpos intermedios en general, surgió el Movimiento Gremial, liderado por Jaime Guzmán hace ya más de 50 años.
A partir de la convicción de que el sentido de la Universidad no pertenece a ninguna ideología, sino que su fin es buscar el genuino conocimiento y la verdad, es que se desarrolló un proyecto organizado que defendió el carácter católico y científico de la UC.
Si bien su centro de gravedad práctica estuvo en plantearse como oposición al movimiento de reforma universitaria liderada por la izquierda, el Movimiento Gremial se sostenía en una doctrina que hunde sus raíces en una antropología que permite comprender el orden social y el rol del Estado. Esto permite afirmar al gremialismo que las personas que integran las diversas organizaciones sociales, además de su cada vez más evidente diversidad y natural libertad, poseen en realidad un fin común, producto de una naturaleza substancial. Por lo mismo, la médula teórica que cubre a este movimiento -la subsidiaridad- guarda una estrecha relación con el bien común y con la necesidad humana de alcanzar la mayor perfección posible a través de la vida en sociedad, y no mediante el aislamiento de sus diversas partes individuales.
A cinco décadas de su creación, es innegable el avance de las tendencias que niegan los cimientos doctrinarios del Movimiento Gremial que nace en la Universidad Católica. Asistimos a un nuevo discurso que acusa la imposibilidad de concebir la sociedad como un proyecto esencialmente común, lo cual produce la fragmentación del bien y obstaculiza cada vez más los necesarios acuerdos políticos.
La defensa de sus ideas basales es la causa de la huella, influencia y vigencia del gremialismo durante todos estos años. De este modo, el mayor desafío para los gremialistas debe estar en lograr trascender los patios de las universidades. Y es que los pilares que sostienen al gremialismo son perfectamente capaces de ordenar e impulsar nuevamente el sentido integrador de la vida social, en la medida que admite y reconoce roles de los distintos agentes e instituciones de la sociedad (ya sea papel de personas y cuerpos intermedios), sin ignorar sus libertades y la necesaria diversidad para una sociedad que da cuenta de nuevas valoraciones que antes no se encontraban en la esfera política y que pueden llegar a ser profundamente controversiales. (La Tercera)
Claudio Arquero