No todo lo que brilla es oro. Esa frase calza perfecto para lo que se vive desde el domingo en la noche en el comando del candidato presidencial de la derecha, Sebastián Piñera. No están ni tan tranquilos ni tampoco las cosas están tan calmadas como se trata de demostrar y los cambios en el equipo que se han anunciado estos días son harto más que meros ajustes propios de la estrategia para enfrentar la segunda vuelta, sino que responden a las cuentas que algunos están pagando por los errores cometidos durante la campaña que se desplegó hasta el 19 de noviembre y que influyeron directamente en el 36% que obtuvo en las urnas el ex Mandatario.
Públicamente, Piñera trató de aplicar la estrategia del vaso medio lleno y en su discurso del domingo en la noche dijo que este resultado “es muy parecido al del 2009 y ustedes recordarán que ganamos la elección (…) hemos ganado en todas las regiones de Chile y, en 300 de las 365 comunas, prácticamente hemos ganado en casi todas las comunas de clase media del país y en todas las comunas más pobres de Chile». Pero sus palabras no convencieron mucho, su rictus y el de su entorno que circulaba en el Hotel Crown Plaza, que ofició de comando, evidenciaba el golpe recibido al obtener casi cuatro puntos menos del 40% –que era el umbral mínimo esperado–, el peor escenario pronosticado.
Varios de los que estuvieron con el abanderado de derecha al día siguiente, coincidieron en señalar que Piñera estaba “muy golpeado”, que “había subido y bajado a todo el mundo”.
Uno de los que se llevó la peor parte, aseguraron varios en el comando, habría sido Roberto Izikson, el encargado de la encuesta Cadem, por cuyas cifras se guió parte del comando y de Chile Vamos para pecar de un excesivo y anticipado triunfalismo, algo que varios en la derecha advirtieron durante meses, pero sin ser escuchados en las oficinas de Apoquindo 3000, donde funciona el verdadero cuartel general del abanderado. Es más, se comenta que Piñera estaría sondeando confiar de ahora en adelante en las encuestas de la Universidad del Desarrollo.
En las elecciones presidenciales de 1999, Ricardo Lagos Escobar y Joaquín Lavín pasaron a una segunda vuelta con una escuálida ventaja para el abanderado de la Concertación de solo 23 mil votos. Ningún pronóstico vio venir el balotaje, las opciones del adversario gremialista fueron subestimadas y las encuestas tampoco predijeron ese escenario, el golpe fue brutal pero también lo fue la decisión que tomó el entonces candidato: reacción. El cerebro y jefe de su campaña había sido el entonces senador PS y amigo estrecho, Carlos Ominami, a quien reemplazó junto a su clan familiar por Eugenio Tironi y la democratacristiana Soledad Alvear.
En el seno del comando de Piñera reconocieron que eso no va a suceder allí, que “no se van a cortar cabezas”, porque para hacer eso “habría que tener autocrítica y eso no abunda en ese equipo”.
Si bien es posible que las miradas inevitablemente se dirigieran hacia el hombre de confianza del candidato, Andrés Chadwick, un histórico piñerista precisó que era impensable plantearse que el poderoso ex ministro sea relegado de la toma de decisiones en esta etapa de campaña, porque hacerlo implicaría para Piñera reconocer que él mismo se equivocó, algo a lo que no es muy dado el ex Mandatario.
Así las cosas, los platos rotos corrieron a cuenta del encargado territorial de la campaña para las primarias y la primera vuelta, el UDI Lucas Palacios, quien fue reemplazado en dicha tarea por el ex subsecretario del Interior, el RN Rodrigo Ubilla.
En el comando insisten en que Palacios sigue en el equipo, que no ha sido defenestrado, pero en el piñerismo duro reconocen que la realidad es otra, que es Ubilla “quien tiene ahora las riendas” y hay quienes consideran que, con su llegada, el poder absoluto de Chadwick fue en parte intervenido.
No ha pasado inadvertido que, salvo la entrevista en Canal 13 el mismo domingo en la noche, Chadwick ha estado recluido toda esta semana en las oficinas de Apoquindo 3000. Fue parte de la reunión de Piñera con Manuel José Ossandón para sumarlo al comando, pero no integró la «barra brava» que acompañó al candidato el martes en la noche en el programa Las Caras de La Moneda que condujo Don Francisco.
La explicación oficial es que su repliegue es parte del diseño que estaba predefinido respecto a lo que sería la estrategia para la segunda vuelta, para apostar por la renovación generacional sub-40, pero más de un RN que ha circulado por el comando confiesa que eso no es tal, que se ha improvisado bastante, que “aún no se sabe muy bien qué es lo que se hará” y, esto, porque jamás se pensó estar en esta situación, en que la suma de los votos de Piñera y Kast no lo dejara por sí solo al abanderado al borde del 50% con miras al balotaje.
En el comando afirmaron que la instrucción de poner a Ubilla como encargado territorial fue “directa de Piñera” con el objetivo de “politizar” más la campaña de segunda vuelta. Por Palacios pasaban las decisiones territoriales, el control de los gastos, la coordinación de la campaña, lo que él resolvía contaba con la venia y las espaldas de Piñera, porque tenía el perfil que le gusta al ex Mandatario. Es UDI, pero quienes lo conocen dicen que es uno “atípico”, que no está tan a la derecha como el partido gremialista, su carrera política ha sido rápida, concejal de Puente Alto el año 2008, asesor de Roxana Costa en el Ministerio de Hacienda y, desde noviembre del 2012, subsecretario de Obras Públicas, trayecto en el que se ganó la confianza del hoy abanderado.
Pero no fue suficiente. En el comando consideran que le jugó en contra su falta de experiencia política y que su mayor pecado fue que toda la campaña de primera vuelta “fue arriba de un helicóptero, nunca la aterrizó ni menos desplegó en terreno”. Dicen que en la campaña del año 2009 había tres camiones cuyos techos fueron usados como escenario y que simultáneamente recorrían distintas ciudades, pueblos y comunas, con o sin Piñera en ellos, y que eso obligaba al despliegue en terreno de militantes, alcaldes y parlamentarios.
“Ahora con suerte se hicieron unos cuantos banderazos, Piñera nunca estuvo realmente en terreno, Lucas Palacios es muy buena persona, pero sin talento para una campaña”, sentenció un integrante de varios de los equipos de trabajo del comando.
Uno que también pagó el precio del resultado el domingo en la noche, fue otro UDI, el ex diputado Cristián Leay, quien por decisión también de Piñera fue reemplazado por el ex subsecretario Cristóbal Lira en la labor a cargo de los apoderados de mesa para la segunda vuelta, un ítem clave, porque son dichos apoderados los encargados de defender cada sufragio del abanderado de derecha en un balotaje que será reñido, como nunca desde 1999.
RUIDO SUBTERRÁNEO
Hay dos cosas que han generado un ruido subterráneo en la derecha estos días, pero que se decidió no hacer olas, precisamente para no complicar más de la cuenta el escenario de la campaña.
En RN confesaron que nunca se le avisó a la directiva nacional del partido que Ubilla llegaría a un papel tan clave para un momento tan complejo como este en la carrera por volver a La Moneda y sienten que su presencia no es representativa de la colectividad, porque es una figura que genera muchos anticuerpos en las huestes de la colectividad. “Es parte del núcleo duro de Piñera, no de RN, genera mucha roncha por su estilo peleador para trabajar”, asumió un integrante de la directiva.
Los niveles de improvisación con que se están tomando decisiones estos días quedan reflejados, confesaron en el comando, con la polémica en torno a la diputada electa Erika Olivera y su desafortunada frase respecto a que tenía temor de que el país “termine como Venezuela”. No se trató de una salida de libreto de una debutante en las lides políticas ni de un error involuntario por desconocimiento, sino que la cuña respondió a un diseño elaborado y digitado desde el seno del comando piñerista, que fue el que eligió a la ex atleta como mensajera por su credibilidad y condición de nuevo rostro.
Explicaron que el objetivo era arengar al electorado duro de la derecha, especialmente ese sentimiento “antiizquierdista” que es indispensable movilizar en el balotaje, pero el plan terminó convertido en una ridícula ola de chistes y memes que neutralizaron el efecto. “Se evaluó muy mal en el comando lo sucedido, no fue culpa de Olivera, sino que fue hecho a la rápida, hay que afinar esa estrategia”, reconoció un integrante del equipo de Apoquindo 3000.
Lo que sí fue trabajado con tiempo y con mucho despliegue fue la incorporación de Ossandón al comando, algo que era indispensable hacer en este escenario, pero que difícilmente habría sucedido si Piñera el domingo en la noche hubiera obtenido sobre el 45%, como lo pronosticaban las encuestas.
“Llegamos a varios acuerdos y compromisos con el Presidente, porque esta cuestión no es gratis (…) se comprometió conmigo a que en su Gobierno la gratuidad estudiantil iba a aumentar, que ningún joven chileno iba a dejar de estudiar (…) le dije que, si no cumplía el compromiso, al frente iba a tener a su peor enemigo. Porque no voy a aceptar que ningún joven chileno retroceda en gratuidad», dijo ayer en la mañana el parlamentario durante un punto de prensa en que oficializó su respaldo.
Con eso no solo se cierra un flanco de conflicto, sino que la principal tarea del senador de RN es efectivamente atraer ese bolsón de votos que tiene en zonas como La Florida y Puente Alto, donde un 72% de ese apoyo no votó por Piñera en la primera vuelta. “Era muy importante que el Cote (Ossandón) se sumara, que hiciera este gesto, no podía marginarse, era un suicidio para él restarse”, aseguraron en la directiva de RN, desde la cual varios de sus integrantes fueron parte clave de las gestiones para sumarlo al redil piñerista.
En el piñerismo duro saben que esta segunda vuelta es “muy competitiva”, que es cierto que será voto a voto con el candidato de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, pero pronostican que el ex Presidente va a ganar casi en fallo fotográfico, ya que al senador por Antofagasta –dijeron– le faltaran muy unos pocos votos. (El Mostrador)