La Teletón le hace bien a Chile, porque ayuda a generar una virtud de la que se habla mucho, pero sobre la que se hace poco: la empatía. Ponerse en el lugar del otro, que en el lenguaje cristiano se parece mucho al “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Si realmente todos nos pusiéramos en el lugar del otro, los impuestos, la seguridad pública, incluso las leyes y el poder judicial podrían ser innecesarios. Obviamente es un imposible, pero todo aquello que contribuya a generar una sociedad más empática es positivo. En esas 27 horas de la Teletón vemos como nunca historias de valentía y superación que nos sacan lágrimas y nos hacen ser mejores personas, y al menos por un día, más generosos y preocupados por nuestros compatriotas que enfrentan mayores dificultades. Nuestros diarios problemas, que nos amargan y apesadumbran, parecen nada, lo que nos genera un sentimiento de agradecimiento con la vida.
Pero no sólo nos hace más empáticos; en lo concreto, con una historia de cuarenta años, es una institución que ya tiene presencia en 14 ciudades de Chile. A pesar de que en muchos otros lugares se realizan campañas similares, “no existe otro país que logre unir a todos los medios de comunicación, artistas, empresas, colegios y organizaciones sociales en una fecha determinada y con un objetivo común”. Ya son más de 90.000 niños y jóvenes que han recibido la ayuda de esta fundación, y cada año ingresan 3.000 nuevos pacientes, a lo que se suman 370.000 atenciones médicas terapéuticas. Pero no sólo eso, sin duda, esta obra ha contribuido a generar un país más inclusivo, en que no sólo salen favorecidos aquellos con capacidades diferentes, sino principalmente todo el resto. Por último, aunque las comparaciones en este ámbito son complejas, lo recaudado en esta Teletón para el funcionamiento de la institución representa sólo el 0,4% del presupuesto anual del Ministerio de Salud, mostrando lo mucho que se hace con recursos escasos.
Sin embargo, a pesar de que es una obra que la mayoría de los chilenos admira y respalda, cada año y en forma creciente, surgen voces de la izquierda más radical que, sin condenar a la campaña y la institución, plantean que esta labor debería ser un rol exclusivo del Estado. El abogado Fernando Atria, uno de los líderes intelectuales de la nueva izquierda, la clasificó como “un gran bingo” para resolver problemas de salud, que deberían ser financiados por los impuestos. Dos objeciones se pueden plantear frente a esta idea; una de forma y otra de fondo. La primera es que no sólo estamos hablando de un Estado deficitario, sino que además con un funcionamiento deficiente, especialmente en el área de la salud, en una severa crisis actualmente. En estas circunstancias, entregar una labor adicional al Ministerio de Salud sería equivalente a una condena a esos miles de pacientes con discapacidad. La segunda objeción es más de fondo ¿Queremos construir una sociedad estatista en que cada persona piense que porque paga sus impuestos le es completamente indiferente lo que le ocurra a los demás? Ese camino de un estatismo individualista, que aplasta la iniciativa de la sociedad civil, es negativo para Chile. Necesitamos mucha más filantropía, no menos. (La Tercera)
Cecilia Cifuentes