Hace exactamente un mes muchos anticipaban que la elección presidencial de 2017 era una carrera corrida para Sebastián Piñera. Si no ganaba mayoría absoluta en primera vuelta, de seguro se impondría con facilidad en el balotaje. A dos días de la segunda vuelta, la incertidumbre que existe sobre quién será el próximo Presidente de Chile obliga a revisar qué llevó a los mercados a equivocadamente dar por ganada tan tempranamente una elección. La incapacidad de la derecha, y del propio Piñera, de entender que los chilenos quieren reformas sociales que les permitan ser ciudadanos con más derechos en una economía de mercado hizo que muchos creyeran erradamente que el camino a seguir era deshacer —en vez de corregir— las reformas de Bachelet para que Chile tenga una economía capitalista más desarrollada con mejores y mayores derechos para los consumidores/ciudadanos.
Antes de la primera vuelta del 19 de noviembre, varios líderes de la derecha hablaban de la posibilidad de que Piñera ganara una mayoría absoluta ese día. Si bien ningún candidato presidencial había logrado tal hazaña desde la elección de 1993, el optimismo reinante en la derecha y en la elite económica los hacía olvidar que las encuestas también mostraban altos niveles de rechazo a Piñera y que la gente rechazaba la forma en que se habían implementado las reformas de Bachelet, pero aprobaba la idea de ampliar la red de protección social. Algunos en la derecha ya estaban dedicados a posicionar candidatos presidenciales para la contienda de 2021. Otros comenzaban a discutir los miembros del gabinete y el orden de prioridades de las reformas que impulsaría Piñera.
Los sorpresivos resultados del 19 de noviembre cambiaron las expectativas y las prioridades en la derecha. En caso de ser gobierno, la derecha no tendrá mayoría en ninguna de las cámaras. Aunque está dividida y fragmentada, la izquierda se unirá para repartirse las presidencias del Senado y la Cámara, así como la mayoría de los miembros en todas las comisiones del Congreso. Para poder avanzar su agenda legislativa, el Presidente Piñera —si logra ganar este domingo— deberá forjar acuerdos con legisladores moderados de la Nueva Mayoría. Aunque algunos todavía sueñan con un quiebre de la DC, los seis senadores del partido que ocuparán escaños están bastante más cargados a la izquierda incluso que algunos senadores del PS —como José Miguel Insulza—, o del PPD, como Felipe Harboe.
El hecho de que la suma de Piñera y Kast se ubique por debajo del 45% dotó a la segunda vuelta de un nivel de inesperada incertidumbre. Ya nadie cree que la votación de pasado mañana será solo un trámite. Si la reacción inicial de negación en la derecha llevó a muchos a creer que bastaba con la abstención del Frente Amplio para que Piñera volviera al poder, los sucesivos apoyos a Alejandro Guillier de parte de los líderes del Frente Amplio muestran que, para ganar, Piñera deberá atraer votantes que no se molestaron en participar en la primera vuelta y convencer a otros que optaron por Carolina Goic o bien que votaron, en señal de protesta, por Beatriz Sánchez. Como sea, ya nadie da por segura la victoria del ex Presidente.
Aunque la prioridad en la derecha, comprensiblemente, es ganar este domingo, corresponde también sacar algunas lecciones sobre lo dañino que resulta el exitismo en las campañas presidenciales y sobre la necesidad de entender que no hay que tomarse la leche antes de ordeñar la vaca. Las elecciones no se ganan hasta que se ganan, por lo que nunca es bueno repartirse los cupos en el gabinete antes de tiempo. A su vez, las elecciones se ganan de una a la vez, por lo que resulta especialmente contraproducente comenzar a barajar nombres para 2021 cuando todavía no se ha ganado en 2017.
Por sobre todo, resulta clave tratar de entender qué es lo que la gente realmente quiere. En vez de proyectar los deseos de la derecha en la forma en que se leen las encuestas, hay que indagar cuidadosamente los datos para entender las aspiraciones, temores y valores de los chilenos. Desde hace un buen tiempo las encuestas han mostrado que quieren mirar al futuro más que al pasado, por lo que resulta conveniente potenciar nuevas figuras en vez de volver a los candidatos de siempre. La gente también quiere un sistema capitalista con mayores derechos para los ciudadanos y consumidores. La red de protección social que prometió Bachelet no puede ser entendida como opuesta a la profundización del modelo de mercado. Para que los mercados funcionen mejor, los consumidores deben tener más derechos.
A menos que la derecha aprenda estas lecciones, independientemente del resultado de este domingo, las elecciones siempre se convertirán en un balde de agua fría para un sector que dice querer representar a la clase media y a los más pobres, pero que no se toma el tiempo para entender los sueños, metas y aspiraciones de los chilenos que no viven en el barrio alto. (El Líbero)
Patricio Navia