Hace solo 4 años, en medio de la euforia por el 62% de Bachelet en la segunda vuelta y la mayoría lograda en la Cámara y el Senado, los líderes de la Nueva Mayoría anunciaban una nueva época para Chile. Varios no ocultaban su deseo de convertir la experiencia concertacionista en un mal recuerdo. Era el requisito de los “cambios estructurales” que más tarde simbolizó la retroexcavadora. En los hechos, el gobierno de la NM fue una expresión de ilusionismo fuertemente emparentada con el arcaísmo de izquierda, caracterizado por la obsesión anti-mercado y el endiosamiento del Estado. Esa era la auténtica manera de pensar de Bachelet, para quien la fuerza que iba a garantizar el nuevo curso era el PC.
La NM encarnó un proyecto saturado de eslóganes igualitaristas que no mejoró la salud pública, a la que acude la inmensa mayoría de la población; ni la educación pública, en la que están los alumnos más vulnerables; y que ni siquiera vio los nuevos focos de pobreza. Es cierto que hubo logros como la política energética, las leyes políticas y la despenalización del aborto, pero el país perdió vitalidad económica y crecieron desmesuradamente la deuda pública y el déficit fiscal. Hubo sin duda un vacío de conducción, ilustrado por la errática línea seguida para cambiar la Constitución.
Se ha desfondado la credibilidad de la centroizquierda como fuerza en la que se puede confiar para gobernar con buen criterio. Al respecto, no pueden eludir su responsabilidad los dirigentes del PS, la DC, el PPD y el PR, que leyeron mal la realidad, hicieron suyas las consignas simplificadoras y aceptaron los acomodos por conveniencia.
Al final, y con pocos remilgos legales, la Presidenta puso a sus ministros y al aparato gubernamental al servicio de la candidatura continuista, y buscó temerariamente que la segunda vuelta fuera también un referéndum sobre su gestión. Pues bien, lo fue.
No funcionó la polarización izquierda/derecha, o funcionó exactamente en contra de quienes la propiciaron, con lo que se confirmó que las abstracciones ideológicas no les dicen gran cosa a muchos electores, sobre todo a los que provienen de los nuevos sectores medios. En ellos primó la búsqueda de seguridades básicas sobre el futuro. Por eso, optaron por el cambio en vez del continuismo y por la gobernabilidad en vez del extravío. Sin ser seguidores de la derecha, votaron por Sebastián Piñera. Y no fueron pocos los simpatizantes de centro y de izquierda que decidieron cruzar la calle para respaldarlo.
La NM se acaba en marzo. Desaparecido el pegamento bacheletista, cada partido tendrá que pensar en su futuro, ahora fuera del poder y en otro clima. Es visible que el PC y una parte del PS y del PPD ya se enamoraron del Frente Amplio. Otro sector, en cambio, cree que es posible revitalizar una opción socialdemócrata, reformadora, sin veleidades populistas. Para los tiempos que vienen, solo sirve la coherencia. (La Tercera)
Sergio Muñoz Riveros