Ayer se celebró en todo el mundo el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, iniciativa de Naciones Unidas que ha logrado cada vez mayor adhesión. Es que el impacto del movimiento Metoo es difícil de exagerar: en poco más de 12 meses se comenzaron a «desnormalizar» conductas que recién ayer eran «tolerables» para algunos. Desde los gritos y manoseos en la calle, hasta prácticas de acoso o franco abuso sexual en el trabajo, pasando por la violencia física y simbólica en las aulas universitarias, y en las propias casas.
La conmoción que causaron los testimonios de denunciantes chilenas y extranjeras, -sumado a la fuerza del movimiento feminista universitario-, produjo justamente que algunas prácticas dañinas, pero soterradas, hayan comenzado a ser rechazadas categóricamente. En primer lugar, por las propias mujeres, muchas recordando haber sufrido menoscabos o humillaciones en silencio y frustración contenida, sin poder hablar o denunciar, so riesgo de ser despedida, excluida, descalificada o considerada «exagerada». Según un próximo estudio de la Fundación para la Confianza, el 39% de las mujeres dice haber sufrido abuso antes de los 18 años (versus un 18% de los hombres).
El Ministerio de la Mujer y Equidad de Género ha acertado lanzando la campaña #Nolodejespasar para combatir toda violencia contra la mujer, con esa misma premisa. «Muchas veces estamos siendo víctimas de una agresión, pero no lo sabemos. Tenemos que visibilizar conductas que hasta ahora, muchas veces son toleradas y decirles claramente que no son normales, que no deben ser aceptadas y que no las podemos dejar pasar», explicó la ministra Isabel Plá.
Llamar al abuso por su nombre es lo primero, pero luego viene la correcta sanción, a través de mecanismos claros. Según sondeos recientes, la gran mayoría de quienes vivieron acoso o abuso no denunció, entre otros motivos, por la falta de procedimientos claros y confiables para hacerlo. Ahí está el segundo de los legados que debe dejar este año: la creación de protocolos y mecanismos efectivos y eficientes para denunciar. La institución o empresa que no los tenga aún, está al debe y muy expuesto a ser sancionado. El hecho de que la cantidad de denuncias por acoso sexual se hayan multiplicado sustantivamente, según datos de la Dirección del Trabajo, es un síntoma de progreso. Ya no existe el mismo miedo de antes a hablar y hay mayor confianza en la institucionalidad.
Miles de mujeres en todo el mundo marcharon ayer por las calles exigiendo respeto. Esto releva la importancia, transversalidad y urgencia de cimentar un cambio cultural permanente. Para que ninguna de nuestras niñas sufra -ni ahora ni después- las indignidades, miedos y acosos a los que estuvieron expuestas una parte relevante de las mujeres de las generaciones anteriores. (El Mercurio)
Paula Escobar