Desde la convocatoria al encuentro inaugural de Prosur el 22 de marzo en Santiago de Chile, el diálogo ha sido de sordos entre los actores nacionales de oposición y gobierno respecto del objetivo del nuevo foro internacional sudamericano. Reflexionemos acerca de algunos aspectos que parecen relevante de considerar: ¿Es una entidad “liviana”, es decir, sin burocracia ni sede, positiva para un proceso de integración? ¿Será un aporte al multilateralismo regional? ¿Sobrevivirá a los gobiernos de centroderecha que actualmente imperan en Latinoamérica? ¿Cuáles serán los contenidos de Prosur?
Vamos por parte. La integración es un proceso mediante el cual los estados nacionales ceden soberanía a un organismo internacional con el objeto de que tenga facultades y/o competencias que le permitan velar por el bien “superior” del proceso mandatado por los mismos estados miembros en la áreas o sectores que ellos acuerdan. Por cierto, el ejemplo más vivo de aquello es la Unión Europea, la cual enfrenta el Brexit y otros procesos de descomposición política.
En la misma línea, cabe señalar que la idea de un Foro sudamericano recoge la experiencia de APEC, el cual se presenta sin una estructura burocrática e impulsa el encuentro de 21 economías, de modo de dialogar para establecer oportunidades de negocios e inversión. Desde esa perspectiva, Prosur lleva implícita la crítica que se ha generalizado al sistema de Naciones Unidas y otros tantos procesos de integración regional que se aprecian de alto costo presupuestario y de poca efectividad al momento de medir sus logros. Ejemplo de ellos hay muchísimos en nuestra propia región latinoamericana (Comunidad Andina de Naciones, ALADI, MERCOSUR, Grupo de Río, UNASUR, entre otras).
Prosur viene a ser una propuesta que se enmarca en la predominante corriente del “soft law” en el actual sistema internacional, es decir, una carencia de voluntad política por firmar acuerdos vinculantes. En efecto, más bien manifiestan una intensión por articular o gestionar políticas en base a intereses comunes coyunturales. Desde otra perspectiva, esta tendencia invita a no tener densidad política ni un objetivo que trascienda a sus soberanías. Por lo tanto, Prosur no es precisamente un órgano impulsor del multilateralismo como lo conocimos durante el siglo XX, sino que invierte menos compromiso en estos órganos, relevando el interés de Estados más desconfiados de los procesos de integración.
Las proyecciones de Prosur son difíciles de vaticinar, aunque pareciera que los liderazgos regionales, con el Presidente Piñera a la cabeza, están por establecer sus propias agendas. Ello, debido a que no han presentado los contenidos que se pretenden alcanzar en este nuevo proyecto de integración. En definitiva, no cuentan con un sueño o visión común al que se aspira para la región, ya que posiblemente en ese esfuerzo se debilite el para qué de Prosur.
Por último, los procesos de integración fueron concebidos desde sus orígenes para limitar las razones de Estado, fortalecer la paz y anteponer los intereses de las personas que se beneficiarían de la ampliación de mercados, cuotas de producción (regulaciones), subsidio para los menos competitivos, inversión en infraestructura, órganos de resolución de controversias en distintas materias para evitar conflictos cruentos, articulación de políticas comunes en temas migratorios y tantos otros. Todo en vista a mejorar la vida de nuestros conciudadanos y de los demás países miembros.
En consecuencia, el objetivo primero de un órgano de cooperación como Prosur (porque no se contempla ceder soberanía) ha sido desde los tiempos de la Carta de las Naciones Unidas garantizar y promover los derechos humanos como motor principal desde la perspectiva política, económica y social. Por lo tanto, oponerse a estos procesos no parece aceptable al objetivo de una política a escala humana. Sin embargo, tampoco pareciera adecuado impulsar un proceso por razones de oportunidad (muerte de Unasur) o coyuntura política sin contenidos y sin visión de futuro. Para ello se requiere primeramente una articulación y consenso a nivel de cada uno de los países que integran el órgano de cooperación regional, con el objeto de darle sentido y sostenibilidad al mismo. (El Líbero)
Jaime Abedrapo